De crisis y de películas

59ª Edición de Zinemaldi

Mugak57

Díaz Zabala, Ismael

1. Crisis y nuevos horizontes

En la inauguración de la edición 58 del Festival situaron al Zinemaldi “en la encrucijada”

Sorprendió y suscitó más de un recelo “El País” al elegir para su presentación de la 58ª edición del Zinemaldi un artículo, “San Sebastián capea el temporal”, firmado por R. García / G. Belinchón y en cuyo subtítulo enumeraba tres razones para situar “en la encrucijada” al Festival “La competencia de Toronto, los graves problemas financieros y el relevo en la dirección ponen en la encrucijada al primer festival de cine, que arranca hoy”.

No es fácil situar con precisión la escala de peligrosidad que supone encontrarse “en una encrucijada”. Pero, permitiéndonos jugar un tanto con el término, podríamos afirmar que resultó ser un pronóstico acertado.

El impacto de la crisis, que todavía no había mostrado sus rasgos más duros, modificó la perspectiva en que cada una de las tres instituciones vascas(1) valoraba el Zinemaldi y las distintas reducciones de sus aportaciones al presupuesto común. La reducción y, sobre todo, la diversidad de planteamientos situaban al Zinemaldi en una “encrucijada” nada cómoda: ¿era compatible el Zinemaldi con esa nueva línea de contribución presupuestaria? Ya Olaciregui y su equipo habían expresado sus dudas al finalizar, con sudor y lágrimas pero con suficiencia, la edición anterior.
Idéntico cambio de perspectiva descubrimos, meses más tarde, en la Administración central. Ignasi Guardans, director del Instituto de la Cinematografía y Artes Audiovisuales (ICAA), la cuarta institución -Ministerio de Cultura- presente en el Consejo de Administración, intentó “replantear” el Festival, buscando una acomodación de su aportación al Zinemaldi que permitiera una respuesta más equilibrada para todo el resto de la producción cinematográfica española.

Aparentemente todo se solucionó -o se acalló para ganar tiempo- con la destitución de Ignasi Guardans y el nombramiento de nuevos directores -José Luis Rebordinos para el Zinemaldi y Carlos Cuadros para el ICAA.

Y, ante la 59ª edición, salimos de la “encrucijada” y descansamos en una “fuerte apuesta por una revitalización”.

Aprovechando la presentación de una “Historia del Zinemaldi”, coproducción de EITB y TVE, que recorre las vicisitudes del Zinemaldi a lo largo de tantos años de vida, y cuyo último número se verá “…el viernes 16, justo antes de la ceremonia de inauguración de la 59ª edición del Zinemaldi, que este año estrena director, José Luis Rebordinos, que ha hecho toda una gran apuesta por revitalizar el único certamen de serie A que existe en España” . La voz suena distinta, pero es el mismo Gregorio Belinchón quien firma el artículo que “El País” publica el 29 de agosto de 2011.

Al parecer hemos salido de las turbulencias y de las “encrucijadas” y nos encontramos en el buen camino de una revitalización -¡nada menos!- del Zinemaldi. ¿Qué ha sucedido entretanto para semejante transformación?

En una primera fase, la más importante y básica, es preciso succionar heridas, superar recelos, crear nuevas bases de confianza y de siembra de los nuevos consensos básicos entre los bloques de instituciones. Este trabajado silencioso, este básico esfuerzo colectivo, va lentamente granando en la cosecha de frutos, clave de todo el desarrollo posterior. Y así nos desvela, casi a media voz, la excelente relación que se venía forjando entre el director del Festival y el nuevo director del ICAA, Carlos Cuadros, y el alegre desahogo de dejar constancia de que contaba con el apoyo claro de las cuatro instituciones.

Con el paso del tiempo se nos van revelando lenta, cuidadosamente, los primeros resultados de las revisiones que el nuevo equipo entendía urgentes o necesarias para el Zinemaldi renovado. No son excesivas sino cuidadosamente seleccionadas las entrevistas en que se nos van dibujando los nuevos trazos del Zinemaldi. Leí con especial e interesada atención dos de ellas -“Cahiers de Cinema España”, febrero de 2011, de Carlos F Heredero, y un reportaje de “El País”, marzo de 2011, de Rocío García- que planteaban con entereza y claridad los “problemas”, lo que en los momentos más delicados se expresó como la necesidad de “repensar” el Festival.

En línea con la lectura que vengo haciendo de los momentos de crisis, seleccionaría dos momentos que estimo de especial interés porque fijan con fuerza y criterios claros las bases y la garantía clave para la pervivencia y el nivel del Zinemaldi. Han recobrado una visión en la que el Zinemaldi resulta de interés para el conjunto del cine español -y la revista “Academia. Revista del Cine Español” que parece debe representar los intereses del cine español como producción y como espectáculo, y cuyo número 181 se nos distribuyó a todos los representantes de prensa invitados, lo certifica con profusión y con aplauso- y para el cine vasco -la creación de un nuevo espacio en el Zinemaldi que es “Zinemira” con atención exclusiva al cine vasco y con dotación específica de un premio importante es una expresión plástica y elocuente. Ello y el aprovechamiento de otras secciones que ya incorporaban al Zinemaldi el cine latinoamericano delimitarán su área, cuya producción constituirá la base del encuentro de la industria cinematográfica representada en él, sin orillar al cine europeo y con la puerta abierta al resto del mundo. Y nos permitirá liberarnos de la comparación permanente con los otros tres festivales europeos de categoría A que tienen características y potencialidades distintas y superiores, por razones de variados perfiles, a las nuestras.

2. Y… de películas ¿qué?

Abundantes referencias indicaban que éste era año de ¡”Buena cosecha”! El cine parece mantener ritmo similar a la manzana para sidra: alternan años buenos y mediocres con cierta regularidad.

Igualmente cierto es sin embargo que cada película tiene su público y que cada espectador ve una película posiblemente distinta de su vecino de asiento. Para gustos se hicieron los…

La evidencia máxima y puntual, repetida cada año, es la diferencia de apreciaciones entre la selección de los críticos y la del Jurado. En esta edición el enfrentamiento fue frontal y sin concesiones: la crítica enjuició en tonos agrios la dirigida por Isaki Lacuesta, “Los pasos dobles”, que alcanzó la Concha de Oro, y el jurado negó el pan y la sal a la que resultaba clamorosamente preferida por la crítica, “No habrá paz para los malvados”.

Lo mejor para mí: Dos guiones excelentes y una denuncia

La ausencia de un anclaje publicitario previo y el desapego del cine comercial por estas cinematografías menores reducen a mínimos las posibilidades de que sean conocidas y apreciadas en nuestras áreas comerciales. Es el caso de estas dos pequeñas joyas -iraní y griega- que hemos podido conocer y, algunos, paladear gracias al Zinemaldi.

“Nader and Simin, a separation”. Asghar Faradi. Irán

Cabe deducir del subtítulo que tengo una manifiesta preferencia por los buenos guiones y, entre ellos, por las temáticas que desarrollan respuestas o, quizás de mayor interés, suscitan preguntas sobre cualquiera de los múltiples aspectos del desarrollo humano. Y en esta película iraní nos topamos con un guión primorosamente codificado sobre un tema de calificado interés humano.

La perspectiva del director es examinar los factores que tejen las relaciones de pareja. Y, en esta perspectiva, la película subraya el papel que tienen en ello las mujeres, especialmente condicionadas por la masa de poderes -religiosos, políticos, económicos y sociales- que pesan de forma determinante en tan complejas relaciones. Y acierta en dibujar la deconstrucción de tan complejo armazón en escenas de la vida ordinaria que revelan así la imbricación de lo público en los gestos mínimos de lo privado y que pueden en consecuencia ser filmados en un lenguaje directo, veraz y mediante una interpretación sentida y ajustada.

El director sin embargo ha elegido medir el impacto que puede tener en esas relaciones un factor menos relevante. Adentrándose en el ámbito más íntimo, personal, de la subjetividad, ahí donde al parecer hay más libertad de los sujetos o, al menos, parece menor la determinación de los grandes factores estructurales, ha seleccionado un gesto mínimo y abundante: los silencios, por razones frecuentemente “piadosas” o por evitar disgustos innecesarios, o el ocultamiento al compañer@ de detalles o decisiones que debía o le interesaba conocer: no informarle de que ha aceptado un trabajo fuera de casa o de que la decisión que ha planteado en juicio no tiene tanta transcendencia porque, según cuenta a su hija, no espera llevarla a la práctica. Estos pequeños detalles, mientras el secreto se mantiene, favorecen la paz o la tranquilidad. Pero ocurre que, por circunstancias imprevisibles, el secreto aflora y su publicidad corroe la credibilidad. Y las relaciones entran inevitablemente en crisis porque la confianza mutua va derruyéndose.

Y el resultado final puede ser convertir en inviables relaciones de las que nunca podremos saber, sin esas mínimas y engañosas concesiones, qué podrían haber resultado.

“Mundo injusto”. Filippos Tsitos, Grecia

También frente a esta deliciosa comedia satírica hubo discrepancias entre el Jurado y la crítica. La mayoría de los críticos apenas reconocieron este trabajo con un aprobadillo cargado de reticencias; el Jurado en cambio, y según la rumorología, partiendo de su directora Frances McDormand, la juzgaron digna de dos premios de primer orden: la Concha de Plata al mejor actor para Antonis Kafetzopulos y la mejor dirección para Filippos Tsitos.

La finura y la ternura con que son tratados estos personajes mínimos, desahuciados de una Grecia en ruinas y que, desde la formulación más sencillamente humana, “yo quiero ser justo”, subvierten los papeles que la sociedad les ha encomendado -la policía ha reforzado como es habitual su capacidad represiva ante la multiplicación de pequeños delitos, como suele ser habitual en sociedades arrumbadas al paro y a la miseria-, y la única arma en manos de un sencillo policía de barrio es apoyar sus decisiones en el crédito que concede a los “delincuentes” frente a la exigencia de conseguir o construir pruebas que fuercen su condena. Una toma de partido tan elemental provocará inevitablemente la simpatía y la solidaridad de los desposeídos y la reacción ensoberbecida y represora de los defensores del orden. Nada sin embargo alterará la sonrisa elocuente y revulsiva que destila en todo momento esta comedia, cargada de rebeldía e indignación. Uno de los frescos más vivos, veraces y significativos de la parte desahuciada de nuestra sociedad occidental.

¡No se pierdan ninguna de estas pequeñas joyas cuando la presenten en los cines comerciales!

“La voz dormida”. Benito Zambrano. España.

Benito Zambrano ha compuesto su película con un tratamiento dual. Ha subrayado que quería una “película excesiva” que, como sucedió con “El pianista” de Polansky, o “La lista de Schindler” de Spielberg, consiga “transmitir el horror de cómo fue el holocausto…, que sea una bajada al infierno, ¡porque aquello fue un infierno!” (Diario del Festival, 22 de septiembre de 2011, 3).

Puede que, al intentar retratar de forma viva, realista y crujiente la situación que padecen aquellas mujeres, por haber sido una maestra sindicada en UGT “que era legítima en aquellos tiempos”, o ser la esposa o la compañera de hombres afiliados a algún partido republicano, o gentes sencillas que lucharon en el bando que dominó su pueblo, reproduzca escenas tantas veces denunciadas que para los mayores puedan sonar a “deja vu” y, en casos extremos, suenen un tanto a cartón piedra. Debo añadir que a mí me llenó en todo momento de sensaciones de horror y rebeldía y que, pese a ocupar las escenas de interior del penal tres cuartos de la película, si me sentí harto de algo fue del horror por la violencia sin necesidad ni justificación, por la carga de odio que podía impregnar los gestos, aparentemente más compasivos y pacificadores, de los religiosos que, salvo una excepción, llenan una a una las páginas de la historia, o de los militares a los que el régimen encarga, supuestamente, impartir justicia.

La gran creación de Zambrano está sin embargo fuera de los muros del penal. Esta niña inocente, ingenua, no sometida a las exigencias, ni a la disciplina de partidos, ni al miedo a las brutales represiones de los triunfadores que pasa por la vida con el asombro permanente de los descubrimientos del horror de la guerra y que no sabe qué quieren de ella ni su hermana cuando le pide ayuda, ni las gentes que le protegen, ni la policía que la persigue, llena de luz y de sonrisa la pantalla y, como la luz blanca de Sorolla, ilumina la realidad haciendo así transparente y creíble la dantesca y cruel realidad en que mueren día a día su hermana y las mujeres que le acompañan.

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