Exclusión y vivienda

SOS Racismo/SOS Arrazakeria. Bizkaia

A raíz del desgraciado incendio ocurrido en La Posada de los Abrazos, en Bilbao el pasado 4 de marzo, y la trágica muerte de 4 personas como consecuencia del mismo, utilizando el morbo y haciendo pura demagogia, en muchos medios de comunicación, en declaraciones de la asociación de vecinos “independiente” de san francisco, y en declaraciones de algunos políticos, están mezclándose diferentes cuestiones que poco a nada tiene que ver con dicha Posada de los Abrazos. (Por supuesto, por mucho que digan, esas personas no nos representan, ni a las vecinas y vecinos de san francisco, ni a la sociedad.) A su vez, poco o nada se tienen en cuenta o se muestra la mínima preocupación por los problemas de fondo de falta de vivienda, exclusión social, y el abandono de personas, grupos y barrios por parte de las administraciones y de la sociedad.

La Posada de los Abrazos

La Posada de los Abrazos es un proyecto social, admirable, que ha trabajado y trabaja por la inserción social de personas que por diversas causas han sido excluidas de la sociedad, excluidas de lo social, de lo laboral, y, por supuesto, del acceso a una vivienda digna de modo normalizado. La Posada de los Abrazos, para muchísimas personas que habían quedado abandonadas por esta sociedad, además de un lugar para vivir en condiciones dignas, ha supuesto mucho más, ha supuesto un Hogar, y prácticamente una cierta forma de Familia. Un proyecto que les ha reconocido como personas, que ha fortalecido hasta lo indecible su autoestima, que ha potenciado su autonomía y su mejora personal a todo nivel (relaciones sociales, salud, cuidados, higiene, responsabilidad individual y colectiva, convivencia,…).

Es un proyecto social participativo, compartido, “no paternalista”, de acompañamiento, de apoyo, de auto-apoyo, de compartir, de participar, de participar unidos-as desde en la organización y la gestión de La Posada de los Abrazos (desde poner entre todas-os las normas de convivencia, hasta compartir las labores de cocina, limpieza, desde ser responsables de lo que cada cual hace y debe hacer a ayudarse y apoyarse unos-as a otros-as a todo nivel…), hasta en la búsqueda de las soluciones realistas y responsables para los problemas comunes y particulares.

La Posada de los Abrazos, es uno de los proyectos más bonitos y con mejores resultados de los que conocemos para afrontar gravísimas situaciones de exclusión social, puesto en marcha y mantenido por unas pocas personas, en el que se han implicado al máximo los propios “usuarios-as”, los posaderos y las posaderas, y que entre todas y todos han desarrollado y compartido, con nulo apoyo de las instituciones (instituciones que son quienes en realidad tendrían la responsabilidad de afrontar esos problemas de exclusión).

La amistad, el cariño, el ambiente agradable, la convivencia, el apoyo humano, el acompañamiento, el reconocimiento de cada cual como persona válida,… es algo que va mucho más allá de la vivienda, además de que ésta fuera agradable y en las mejores condiciones posibles, … es un entorno de vida y de relación social digna y compartida.

Para quienes hemos tenido la fortuna de conocer, y en algunos casos, de compartir, con las personas que allí vivían o participaban, La Posada de los Abrazos es un proyecto que tiene toda nuestra admiración y nuestro apoyo.

No se trata del incendio de un edificio, se trata del drama del fallecimiento de 4 personas, de las que compartían su vida con estas personas, y del drama vivido por decenas de personas que han perdido su hogar, y que no saben si podrán recuperarlo, no la casa en si, no la habitación, sino el hogar compartido, en su sentido más amplio.

Nuestro recuerdo a quienes han perdido la vida en este desgraciado suceso y nuestro apoyo a todas las personas que allí vivían y que ahora se encuentran desplazadas y a todas las personas que, como el grupo de La Posada de los Abrazos, luchan contra la exclusión social y por la igualdad y el reconocimiento al derecho a una vida digna para todas las personas.

Y nuestra petición-exigencia para que las administraciones hagan todo lo necesario para que este proyecto de vida digna en común pueda seguir adelante, y para que todas y cada una de las personas que vivían en ese edificio consigan de modo inmediato unas condiciones de vida adecuadas y dignas.

El problema de la vivienda

El problema de la vivienda es algo que afecta a toda la sociedad, pisos con precios disparatados, poco parque de viviendas de alquiler, y también a precios disparatados. Existe muchísima vivienda vacía, mucha gente tiene más de una vivienda, desde para veranear, hasta para especular, pero mucha otra gente carece de vivienda alguna. El problema de la vivienda es uno de los que más sufre toda la población. Una necesidad básica que debe ser cubierta al precio que sea, en detrimento de las posibilidades de vida. La vida de las personas queda condicionada a la locura de créditos disparatados y alquileres escasos y carísimos, mientras la vivienda es uno de los grandes negocios con los que unos pocos se lucran más y más. En toda esta locura, que afecta a toda la población, hay sectores, grupos y personas que quedan excluidas de este derecho básico a una vivienda y una vida digna.

La falta de vivienda social y la posibilidad de acceder a ellas

El derecho a una vivienda digna debería ser garantizado por nuestras administraciones y no lo es. El parque de viviendas de protección o viviendas sociales es mínimo y no cubre, ni de lejos, las necesidades de la población. Las administraciones no realizan, ni remotamente, el suficiente esfuerzo que sería necesario para garantizar el derecho a una vivienda digna. Hace falta un parque de viviendas sociales muchísimo mayor, que se adecue a las necesidades de la sociedad, y unos criterios de reparto que se ajusten a las necesidades de las personas que menores posibilidades tienen de acceder a vivienda por las vías del mercado privado.

Exclusión social y la discriminación en el acceso a vivienda

Las condiciones de acceso a la compra de estas viviendas de protección, con su exigencia de unos ingresos “mínimos” a los que gran parte de la población no puede acceder, hace que quien menos tiene no pueda acceder a la vivienda social, y vea limitado el acceso a la vivienda al mercado privado, mucho más caro.

La oferta de vivienda de alquiler social es tan escasa que es prácticamente anecdótica, y exige a su vez unos mínimos que muchas personas no pueden cumplir. Unos mínimos ingresos demostrables, una nómina, … es algo que muchas personas que se encuentran en la exclusión social no pueden presentar lo que les piden por no demostrar ingresos suficientes, … lo cual no pueden hacer si no les queda más remedio que trabajar en la economía sumergida, bien porque su situación de exclusión les ha dejado fuera del mercado laboral “normalizado”, o han sido expulsados-as del mismo, o bien porque su situación administrativa (por ejemplo, por culpa de la ley de extranjería) no les permite normalizar su situación laboral por mucho que trabajen, o bien, en otros casos, porque su modelo de convivencia no es el que las administraciones dan por válido y no pueden unirse para solicitarlas.

A todo esto hay que añadir la discriminación que muchas personas y colectivos sufren al intentar acceder a una vivienda en el mercado privado, tanto en venta como en alquiler (sobre todo en alquiler).

Dejar simplemente a las “reglas del mercado” y a la libertad y discrecionalidad de quienes venden o alquilan las posibilidades de acceder a una vivienda es algo que a muchas personas les deja, por diversos prejuicios y discriminaciones, en una situación de total exclusión.

Si ya de por sí hay poquísimas viviendas a las que acceder, si nadie jamás te dará un préstamo, si no se puede demostrar tener unas nóminas, si se pertenece a minorías éticas discriminadas (inmigrantes, gitanos-as), si se carece de “papeles”, si se tienen determinadas enfermedades físicas o mentales, problemas ante los que la sociedad tiene evidentes prejuicios, si se es una persona en exclusión social, si se ha sido “menor en desamparo” y se acaba de cumplir la mayoría de edad, o si se viste o se vive de un modo no demasiado cercano a los estándares considerados “de normalidad”, si se tiene un modelo de convivencia o familia lejano al tradicional,… ¿quién les alquilará una vivienda? Quien se encuentra en peores condiciones es quien menos posibilidades tiene de acceder a viviendas sociales, y si en el mercado privado sus dificultades de acceso a vivienda son absolutas ¿Qué alternativa les queda?

Una alternativa, la vivienda comunitaria

Si hay poca vivienda a la que acceder, y si esa vivienda tiene precios disparatados, la única alternativa que le queda a mucha gente es juntarse con otras personas para compartir una vivienda. El alquiler compartido o el realquiler es algo real, correcto y legal. A muchas personas, aunque no sea lo que deseasen, no les queda más alternativa que vivir compartiendo vivienda. Cada cual querríamos tener nuestra casa, pero hay muchas personas que no pueden, obligadas a compartir por los disparatados precios de la vivienda, tanto en compra como en alquiler (y la falta de viviendas sociales que permitan paliarlo). Algo que, por ejemplo, para pisos “de estudiantes” está normalizado, cuando se trata de personas que necesitan compartir vivienda, pero que se les incluye en grupos excluidos o discriminados, hay quien en seguida carga contra ellos-as tildándoles de “pensiones ilegales”, acosándoles y persiguiéndoles.

Demasiadas veces esto tiene que ver con procesos de especulación, con la preocupación del valor de venta o alquiler “de mi piso”, y con un terror a convivir con personas excluidas o consideradas a priori “diferentes”, muchas veces promovido, infundado y basado tan solo en prejuicios. La Posada de los Abrazos es una maravillosa alternativa, válida y viable, para algunas de estas personas, que sin ella pocas posibilidades tendrían, pero además de una vivienda digna es mucho más, es un hogar compartido. Quizá no es lo ideal, pero para muchas personas es lo mejor, con mucha diferencia.

Los abusos de particulares y la infravivienda

La falta de alternativas para poder cubrir una necesidad básica como la vivienda hace que, dado que en algún lugar hay que vivir, hay personas a quienes su única alternativa sea el aceptar pagar sobreprecios, o convivir en un piso más personas de las deseables, o estar en viviendas que no cumplen las condiciones adecuadas de conservación, habitabilidad o en infraviviendas… Nada de esto es deseable, pero debemos partir de que nadie paga sobreprecios o vive en malas condiciones por deporte, o por gusto,… sino porque no tiene elección, no tiene alternativas (la única alternativa es la calle).

Cuando se habla de hacinamiento o infravivienda, o de sobreprecios o abusos en el alquiler lo primero que hay que preguntarse es porqué la gente vive así, porqué no tienen otra elección u otras alternativas. Cuando se plantea o se pide el cierre de lugares donde vive gente, lo primero que hay que plantearse es qué alternativa se ofrece a quien allí vive. Demasiadas veces hay quien queda muy contento por el cierre de una “pensión ilegal” o la denuncia de un piso donde vive demasiada gente o vive en malas condiciones, pero ni se preocupan por buscar las causas de que vivan así, ni por paliarlas, ni por dar alternativas,… ni se preocupan demasiado porque tras el cierre queden en la mísera calle sin alternativa ninguna, o con la única alternativa de ir a un lugar igual o peor.

Por supuesto que hay que denunciar y evitar los abusos y las malas condiciones de vida, pero siempre planteando una alternativa afrontando la realidad, si no, en lugar de evitarlo quizá lo estemos empeorando. No se trata de “librarnos” de las personas que sufren la exclusión, sino de evitar que tengan que vivir en ella.

Falta de recursos públicos, o el priorizar otros gastos

Las administraciones públicas alegan siempre la falta de recursos para cubrir necesidades sociales. Si bien es evidente que los recursos son limitados, y que hay que repartirlos, es a la hora de decidir cómo repartir el gasto público donde puede afrontarse, o ignorar, estas necesidades. Se dice que hay pocos recursos para ayudas sociales o para vivienda social. Para otras cosas dinero no falta.

Es quizá tan simple que hay quien puede calificarlo de demagógico, pero es lo que hay. Para unas cosas no hay dineros, pero para otras no faltan. Hay ingentes cantidades de dinero para otras cosas, como decorar la ciudad, poner lucecitas, hacer campañas publicitarias de tal o cual departamento o concejalía, coches y comidas oficiales, campañas electorales, diseño e imagen, autopistas, trenes de alta velocidad, ejército, fuerzas de seguridad, fondos reservados, primas, derroche en contratas y subcontratas, edificios oficiales suntuosos y en pleno centro…

Es así de simple, si se utilizara un poquito menos en esas cosas, y en otras muchas, igual los recursos para paliar problemas sociales no serían tan escasos. En manos de los políticos está el decidir en qué se gasta más, y en qué o menos. Y en manos de todas y todos el exigirles hacer, y el votar o no votar a esos políticos teniendo en cuanta cómo afrontan las necesidades sociales.

El papel de la Administración y las ONGs o asociaciones en la lucha contra la exclusión social

Los problemas sociales es algo que debe afrontar la sociedad, y la sociedad está dotada de unas instituciones y unos mecanismos sociales para afrontar las necesidades existentes en esta sociedad, estas instituciones son las administraciones, pero muchas veces las administraciones hacen dejadez de sus responsabilidades y no lo solucionan, o ni tan siquiera lo afrontan, al menos de forma mínimamente seria y responsable.

Para colmo, es cada vez más común y extendido que las administraciones subcontraten algo tan básico como la gestión de los servicios sociales al mejor postor, a los menores costes, haciendo dejación de sus responsabilidades directas y pagando (poco) a asociaciones o empresas para que realicen las funciones básicas que debería realizar la administración. Cuando o donde la administración no actúa, o lo hace de modo claramente deficiente, hay gentes que se unen en asociaciones, grupos, ongs, y que intentan paliar estos problemas sociales con su mejor voluntad, con pocos medios. Su labor, que puede ser más o menos acertada y contar con más o menos medios, en casi todos los casos está intentando cubrir vacíos que deja la administración en lo que deberían ser las responsabilidades de nuestros políticos e instituciones.

La Posada de los Abrazos es un buen ejemplo de cómo intentar paliar las consecuencias de la exclusión social, con poquísimos medios y mucha voluntad, con magníficos resultados, cubriendo lo que sería responsabilidad de la administración cubrir, y que la irresponsabilidad políticos y administraciones deja en manos del marcado libre, o en el mejor de los casos, en manos de personas que altruistamente crean alternativas para quienes las administraciones dejan en el olvido.

Barrios abandonados, gentes abandonadas.

La Posada de los Abrazos cumplía todas las normativas y condiciones exigibles, y mucho más,… el incendio podía haberse dado en el hotel Barceló o en el Ercilla, pero el que se incendie una casa en san francisco, y que un proyecto social que trata con personas en exclusión social como La Posada de los Abrazos tenga que estar en San Francisco, y no en otros barrios o lugares, tampoco es del todo completa casualidad.

El que, por muy diversas causas, es posiblemente el barrio con mayor degradación de nuestra cuidad, ha quedado olvidado y abandonado por las instituciones. Y mucho más que el barrio, somos sus habitantes, las personas que allí vivimos, las que hemos quedado en el olvido de las administraciones, más preocupadas por tener unas ciudades bonitas que por que ciertos barrios, y ciertos grupos de personas puedan quedar fuera de estos modelos insostenibles de desarrollo, o de desarrollismo.

Multitud de personas, grupos y asociaciones llevan muchos años trabajando para que las condiciones de vida de las personas del barrio, y de todas aquellas que sufren la exclusión en una u otra medida, sean la preocupación de las administraciones, así como, dado el olvido y abandono de la administración, luchando para crear proyectos que mejoren la vida de las personas y del barrio (cubriendo de nuevo los vacíos en lo que la administración debería hacer y no hace). Y la administración no se molesta en hacerles el menor caso.

Nuestro modelo económico, de desarrollo, nuestro modelo social deja de lado, excluye, a muchas personas, es algo que ocurre en todos los lugares, y que tiende a agruparse y potenciarse en ciertas zonas. Parece que la sociedad prefiere no mezclarse, o no ver siquiera las nefastas consecuencias de la exclusión social. Parece que con apartarlo e invisibilizarlo desaparece. Parece que nos olvidamos a veces de que estos “excluidos-as” sociales son personas, personas con sueños, con esperanzas, con necesidades, con posibilidades y potencialidades, con emociones y afectividad,… son mucho más que un fenómeno social o un problema, son seres humanos a quienes se deja carentes de derechos y oportunidades. Es responsabilidad de las administraciones paliar y evitar la exclusión de personas y de barrios. O los derechos son para todas las personas, o tan sólo son privilegios. Si queremos que la sociedad funcione, debe funcionar para todas y todos, sin exclusiones.

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