"Grandeza de principios" y "bajeza de prácticas". La falsa imagen de la comisión Stasi

“Grandeza de principios” y “bajeza de prácticas”

La falsa imagen de la comisión Stasi

Alain Gresh

Redactor jefe de Le Monde Diplomatique
Marzo 2004
(Texto publicado en Politis. Extractado de un informe presentado por Alain Gresh ante la comisión “Islam y laicidad”, impulsada por la Liga de Derechos Humanos y Le Monde Diplomatique)

Creada por el presidente de la República en julio, la comisión Stasi ha concluido su informe en diciembre de 2003. En su estela, el presidente de la República pronunció un discurso y no ha retenido de sus trabajos, más allá de grandes principios que serán rápidamente olvidados, más que la propuesta de una ley sobre el foulard y la necesidad de legislar sobre los hospitales. Las preocupaciones electoralistas dominan, más que nunca, los discursos de la mayoría (y los del Partido Socialista); los políticos han decidido coger la ola del viejo fondo del racismo anti-magrebí o anti-árabe.
Con la distancia, se mide mejor hasta qué punto los trabajos de la comisión, lejos de ser un avance en la necesaria reflexión sobre la laicidad, no han sido más que un parabrisas para preparar la opinión pública a una ley. El balance es ampliamente negativo. Por supuesto que muchas de las evocaciones históricas son pertinentes y la referencia a las “adaptaciones razonables” que han marcado la historia de la laicidad en Francia no son inútiles. Pero la comisión no saca de ellas ninguna lección para hoy.
Hay que preguntarse en primer lugar sobre los motivos que han llevado a muchos miembros de la comisión hostiles a la ley a sumarse finalmente a la misma. Aviniéndose a las presiones “amistosas” que sufrieron el último día los miembros dubitativos de la comisión, se les aceptó una o dos enmiendas intrascendentes para obtener su aceptación de la ley. Jean Baubérot cuenta como:
“resultaba muy difícil oponerse sin parecer un horrible individuo tolerante con una inadmisible situación de sumisión de las mujeres”
La hipocresía de esta referencia a la igualdad de sexos se ve nítidamente en las conclusiones mismas de la comisión: si este principio fundamental de la República resulta violado por llevar foulard, ¿por qué no extender su prohibición en la enseñanza privada concertada con el Estado? La repentina preocupación de los políticos por las mujeres sólo concierne a las mujeres musulmanas. La ley sobre el foulard será votada por un parlamento compuesto en un 90% por hombres, en una República donde persiste el foso entre los salarios de hombres y mujeres y donde el sexismo en la publicidad esta a la orden del día.
Más decisivo para entender el vuelco de algunos miembros de la comisión es el testimonio del sociólogo Alain Touraine, hostil desde hace tiempo a cualquier medida coercitiva contra el foulard y que se ha alineado con la (casi) unanimidad de la comisión Stasi. Se explica así:
“Y yo, que siempre he defendido en el pasado a las jóvenes que llevaban velo, quiero explicar por qué, al firmar el informe de la comisión Stasi, he mantenido las mismas ideas. Pero, para tomar posición en una situación concreta, hay que añadir que estamos confrontados al ascenso de un islamismo radical que ataca lo que he definido como el núcleo de la modernidad y que me parece completamente alejado de los proyectos de muchas jóvenes que llevan el velo. (…) Cuento con la hipótesis de que la ley puede detener los movimientos islamistas que quieren alcanzar a la organización escolar y hospitalaria, y que conducirá a más flexibilidad, y no a más represión, frente a signos personales de una fe o incluso de un compromiso”
Ante la prensa, Bernard Stasi declaraba que
“Era necesario, sin ninguna duda, que se diera una orden de detenerse. Hay en Francia (…) fuerzas que intentan desestabilizar la República. (…) Es hora de que la República reaccione, que la República marque sus límites y se afirme, pero todo ello respetando la diferencia y las religiones”
Así se hace luz sobre el a priori de la comisión, o más bien de sus responsables: Francia se enfrenta a una amenaza islámica, a una ofensiva coordinada que ataca a “nuestros” valores, a “nuestras” instituciones, incluso a todo Occidente. De hecho, pretendiendo abordar su reflexión sin ideas preconcebidas, la comisión ha aceptado, como algo lógico, que Francia es objeto de una agresión (término utilizado por Jacques Chirac en Túnez en diciembre de 2003), sobre todo en la escuela, que se inscribe, más ampliamente, en una “amenaza islámica” mundial. Algunas citas del informe dan fe:
“El Estado laico no puede permanecer indiferente desde el momento en que las amenazas al orden público, el ejercicio de presiones, amenazas, prácticas racistas y discriminatorias, destruyen los fundamentos de la República bajo el pretexto de argumentos religiosos” (1.2.2.)
Evocando la experiencia de otros países europeos, la comisión habla del “aumento de tensiones”: (2.3.)
“Servicios públicos son negados en sus principios y obstaculizados en su funcionamiento en nombre de convicciones religiosas de algunos de sus usuarios, en ocasiones, de sus agentes. Si la República no es capaz de restaurar su funcionamiento normal, es el futuro mismo de los servicios públicos el que está en juego. (3.2.1)
Sobre los ataques contra la laicidad en la escuela, en los hospitales, en la administración de justicia:
“Hay que ser conscientes (que tales comportamientos) son a menudo obra de grupos organizados que ponen a prueba la resistencia de la República” (3.2.1.)
Se deduce de esta lectura una doble “evidencia”, nunca demostrada:

- la laicidad francesa está completamente asediada por el ascenso del islamismo;

- esta amenaza viene de grupos organizados, nunca identificados, los “integristas”.

Esta visión a priori permite dar sentido a todos los testimonios recogidos por la comisión: una mujer musulmana demanda ser examinada por una ginecóloga, es una integrista; una joven lleva el foulard, es un “soldadito” de Ben Laden; el reagrupamiento de prisioneros según su comunidad, decidido por las administraciones penitenciarias, se practica desde hace años, es la prueba de que el integrismo avanza. Qué importa el número de incidentes, “aumentan” sin que nunca haya ningún dato que corrobore dichas afirmaciones sin embargo, a lo largo del gran debate sobre la escuela, lanzado por Luc Ferry, sólo el 6% de las 15.000 reuniones han abordado el problema del foulard, que se encuentra en octava posición entre los 22 puntos propuestos. Adivinanza: ¿cuáles son los otros siete problemas que han movilizado a la comunidad escolar y que los medios de comunicación y los responsables políticos no han mencionado?
Por otra parte, se podría hacer una lectura totalmente diferente de los mismos testimonios: las manifestaciones de comunitarismo se inscriben en una política discriminatoria y, más ampliamente, de liquidación de los logros sociales y de los servicios públicos, de lo que los musulmanes no son en modo alguno responsables. Por tomar un ejemplo particularmente sensible, se puede analizar los testimonios sobre la situación de las mujeres musulmanas como parte integrante de la violencia que padecen las mujeres en nuestra sociedad, aunque comporte aspectos particulares; la Encuesta nacional sobre las violencias contra las mujeres en Francia (Enveff) va en este sentido, pero es poco probable que los miembros de la comisión se hayan tomado el tiempo de leerla.
Los miembros de la comisión son muy inteligentes como para no mencionar los problemas sociales, a veces de forma extensa, pero para relegarlos a continuación. Emmanuel Terray, tras haber citado la comisión:
“Algunas situaciones sociales convierten en poco creíbles los derechos, de forma que animan poco a quienes son víctimas de ellas a asumir sus deberes. Pero no cabe basarse en ello para declarar ilegítimas las exigencias de la laicidad y renunciar a afirmarlas con el pretexto de que existe la injusticia social”
Subraya que:
“La suerte está echada: la injusticia social, cuya erradicación se presentaba siempre como una condición necesaria de la laicidad, se ha transformado hoy en un simple pretexto que estamos legitimados para descartar sin más formalidades. Podemos pues declararla fuera de juego –y seguir el camino”.
Y cita esta frase ubuesca del informe:
“La grandeza de los principios no puede quedar desmentida, en ningún caso por la bajeza de las prácticas”
Concluye:
“Como la proposición recíproca, no es menos verdad,la grandeza de los principios no impide para nada la bajeza de las prácticas, podemos incluso seguir proclamando los principios y dejar las prácticas a su bajeza”

Una obra “fundadora”

¿De dónde viene esta visión de una laicidad amenazada por las hordas bárbaras islamistas, profundamente sexistas y antisemitas? Ha sido construida por un libro que ha tenido un gran impacto, Los territorios perdidos de la República, citada por numerosos responsables, entre ellos del entorno de Jacques Chirac, y que ha servido de cuadro ideológico a la comisión. Rémy Schwartz, el ponente general, se refería directamente a ella en octubre de 2003:
“Era sencilla la época en que el antisemitismo venía fundamentalmente de la extrema derecha. Desconcierta cuando este antisemitismo viene de las barriadas, del mundo urbano popular. El menor acto del primero levantaba una ola de protestas. La multiplicación de actos del segundo ha encontrado durante mucho tiempo la indiferencia, la pasividad, dejando solas a las víctimas. Los judíos han tenido un sentimiento de abandono antes de que los poderes públicos hayan intentado reaccionar frente a un islamismo antisemita cotidiano. Se ha vuelto imposible en algunas barriadas vivir cuando se tiene un nombre judío. Los autores de Los territorios perdidos de la República, enseñantes confrontados al día a día, han descrito un mundo terrorífico. Profesores que no pueden ya enseñar la Shoah en clase. Las injurias de “judíos”, “sucios judíos”, “sucios youpins” son cotidianas.”
Sin embargo, esta obra lejos de ofrecer una visión objetiva de la situación en la escuela denota un punto de vista fuertemente marcado por el racismo anti-magrebí e intenta involucrar a Francia en una “guerra de civilizaciones”. Reagrupa una serie de testimonios de enseñantes, pero cumple el reto de no citar prácticamente nunca el racismo anti-árabe. Emmanuel Brenner, el coordinador del proyecto, lo explica en su introducción:
“Si se trata de evaluar el sentimiento de rechazo, la población magrebí que vive en Francia concita contra sí una mayoría más importante que todas las demás poblaciones de origen extranjero. Sin embargo, no es sólo el rechazo lo que nos importa, sino sobre todo si se pasa a la acción. Si un cierto número de nuestros contemporáneos alimentan, en efecto, en la sombra secreta de sus noches sueños de exterminio, generalmente se quedan en eso. La policía de los sueños nunca ha sido un objetivo de la democracia”
Si entiendo bien, las discriminaciones en la búsqueda de empleo, en la búsqueda de alojamiento, o incluso en la escuela, los abusos policiales racistas, que han producido decenas de víctimas, ¡no son más que un sueño, no una realidad diaria vivida por centenares de miles de personas!
El tema de una capitulación, de un “Munich” frente a los islamistas revolotea en la obra y los autores trazan un paralelismo entre la amenaza islamista y la amenaza nazi:
“El laxismo ambiental frente al auge antisemita, y más allá frente a la labor de destrucción de valores no se limita, sin duda, a la escuela. Toda la sociedad francesa se alinea tras la misma bandera, moralmente desarmada, intelectualmente sin proyecto frente al auge de una fe que, por medio del islamismo, trabajo un comunidad numerosa.”
Finalmente, Emmanuel Brenneer, nos advierte:
“Evocar un conflicto de valores, es hoy arriesgarse a ser tachado de partidario de las tesis de Samuel Huntington y de su “choque de civilizaciones”. Negarse a ver y a nombrar un peligro nunca lo ha hecho retroceder. Únicamente lo ha exacerbado.”
Así cada incidente, cada desorden, cada planteamiento antisemita, cada niña que lleva el velo se inscribe en una ofensiva generalizada contra nuestras instituciones.
En la guerra que “nosotros” hemos emprendido, “los musulmanes no entienden más que la fuerza”. Es “nuestra” fuerza la única que puede “calmarles”. He aquí el “testimonio” que da en esta obra Elise Jacquard, enseñante en un establecimiento del norte de París, al día siguiente de “la declaración de guerra del 11 de septiembre de 2001”:
“Es en esos términos como se ha vivido la cosa en el instituto, la desvergüenza observada anteriormente desembocó en una alegría triunfal que se leía en los rostros de los alumnos y se expresaba en los comportamiento. En ese momento, era evidente, que esta vez ellos(tengamos en cuenta que este “ellos” se refiere a alumnos en su mayoría franceses, pero de confesión musulmana)
conseguían la victoria, y si todavía toleraban a los profesores ante ellos, era en la perspectiva de los aviadores americanos caídos en Viet-Nam y llevados en medio de la multitud.”
Y añade, unas páginas más adelante, tras “la victoria” americana en Afganistán, que los alumnos, recientemente rebeldes, se habían convertido en republicanos convencidos:
“Hay que admitir, por tanto, que contrariamente a lo que se lee en los media, este hundimiento por la fuerza ha devuelto el lustre a Occidente y cómo, en cualquier caso, es Estados Unidos quien ha devuelto en las clases la dignidad a los profesores abandonados por el Estado francés.
Gracias, señor Bush por ayudarnos a restablecer el orden en nuestros “territorios perdidos”.
Los territorios perdidos de la República ha fijado, pues, “la visión del mundo” de muchos enseñantes y muchos políticos. Ha servido de base teórica a la comisión Stasi, como lo confirma la intervención de Rémy Schwartz. Esta visión ha tenido consecuencias importantes sobre el funcionamiento mismo de la comisión: sus animadores han privilegiado los testimonios sobre el análisis, dado que el análisis ya existía, se trataba simplemente de “confirmarlo”: han “puesto en escena” estos testimonios: audiencia pública y mediatizada para los enseñantes o los dirigentes de establecimientos escolares donde existían problemas (al igual que los hospitales), audiencia privada para los pocos más entrevistados, sin hablar ya del rechazo, levantado el último día, cuando la suerte ya estaba echada, a escuchar a las estudiantes que llevaban el foulard.

Los sociólogos olvidados
En este contexto, no era necesario escuchar a los sociólogos. Hubieran dado una visión compleja de la realidad de las comunidades musulmanas en Francia. Hubieran aclarado los motivos muy diversos de las jóvenes que llevan el foulard, y sobre todo el hecho de que muchas chicas de origen musulmán que no lo llevan son partidarias de la libre elección como muchas y muchos estudiantes. La comisión ha preferido mantener que para aquellas que no llevan el foulard, éste “estigmatiza ‘a la joven púber o a la mujer como única responsable del deseo del hombre’, visión que contraviene fundamentalmente al principio de igualdad entre hombres y mujeres”. Esta visión es además la del mismo señor Stasi, tal y como lo ha expresado en una entrevista en Ouest-France, violando la neutralidad que hubiera debido observar hasta el final de los trabajos:
“Aunque hay diversas explicaciones al velo, es objetivamente un signo de alienación de la mujer”
En el informe se dice que
“la opinión del Consejo de Estado (de 1989 sobre los signos religiosos) tiene el mérito de haber permitido hacer frente a una situación explosiva”
¿”Explosiva”? Los redactores han perdido el sentido de la medida, incluso teniendo en cuenta que el número de chicas que lleva el foulard es limitado y que, en la gran mayoría de casos se han encontrado fórmulas de compromiso (el argumento según el cual habría cuatro veces más de casos que los 1.500 censados, no reposa en ningún estudio ni estadística. (Por qué no cinco veces más, o seis?)

Propuestas bien tímidas

Habiendo validado la idea de una ley sobre el foulard en la escuela, la comisión ha privado de sentido el resto de su trabajo que todos han olvidado ya. Pero al menos se puede examinar el resto de propuestas y subrayar que son totalmente tímidas. Más allá del truco de dos días feriados (uno judío, otro musulmán), no ha hecho ninguna proposición concreta sobre la construcción de mezquitas, pese a los obstáculos que persisten; ha evocado simplemente de pasada los problemas de las mujeres francesas de origen marroquí y argelino que siguen bajo el estatuto personal de su país de origen –sin embargo, ¿no son un conjunto de discriminaciones mucho más atentatorias a la igualdad hombre-mujer que llevar el foulard y que merece una importante decisión del poder político?

Sobre Alsace-Moselle,
“la comisión estima que la reafirmación de la laicidad no lleva a cuestionar el estatuto particular de Alsace-Moselle, al que está particularmente unida la población de estos tres departamentos.”
Emmanuel Terray remarca que la República “sabe practicar su laicidad de maneras muy diferentes, y no desdeña la ocasión de dar cabida ampliamente a los particularismos. Que el apego de una población baste para justificar una derogación de la ley común es un extraño argumento en un texto consagrado por completo a la denuncia del comunitarismo.”
La comisión se ha limitado a proponer que el Islam pueda ser enseñado en las escuelas de Alsace-Moselle, con el mismo rango que el resto de religiones, pero no que sea “reconocida” como las otras religiones. E incluso esta tímida apertura será “olvidada” por Jacques Chirac.
En fin, en el terreno social se contenta con votos piadosos, repetidos a lo largo de los años por diversas comisiones y que no han conocido jamás el menor inicio de aplicación. Las pocas sugerencias que hubieran podido señalar un avance, nombrar capellanes musulmanes en el ejército, reformar la enseñanza de las lenguas de origen han sido ignoradas por el presidente Chirac. Éste ha limitado sus propuestas a una ley sobre el foulard ,el Observatorio sobre las discriminaciones está previsto desde hace tiempo verá la luz como muy pronto en 2005 y el previsto sobre la laicidad corre el riesgo de no servir para gran cosa. Tras un proceso que ha durado cerca de seis meses, el presidente francés ha resuelto en el sentido más restrictivo. Se entiende que el papel de la comisión Stasi aparezca, con el tiempo, como una estafa. Y el hecho de que sus responsables, Stasi entre ellos, llamen a no ceder en la aplicación de la ley, sin decir nada sobre la ocultación del resto de tímidas propuestas, es significativo.

¿Ampliemos el combate?
Pero la comisión ha ratificado también otra grave deriva, la de la extensión del perímetro de problemas de la escuela a toda la sociedad:
“Si hay que tomar hoy una decisión, una ley o algunas medidas, convendría no limitarlas solamente a las escuelas sino extenderlas al mundo del trabajo. Es uno de los puntos más importantes que quería señalar hoy.”
Así se expresa Yves Bertrand, director central de los Servicios de Información, ante la comisión Debré, el 9 de julio de 2003. Una recomendación conforme a “la visión policial” del islam que es la de los Servicios de Información y los servicios de policía, y que la comisión Stasi retoma a su vez.
Jacques Chirac ha planteando ya la propuesta sobre los hospitales:
“En el hospital, nada justifica que un paciente rechace, por principio, ser atendido por un médico del otro sexo. Habrá que hacer una ley que consagre esta regla para todos los enfermos que acuden al servicio público.”
Martin Winckler, médico y escritor, recuerda por el contrario que el paciente tiene derecho a recusar a su cuidador. Según el artículo 6 del código de la deontología médica:
“El médico debe respetar el derecho que tiene toda persona de escoger libremente a su médico. Debe facilitarle el ejercicio de este derecho.”
Según el artículo 7:
“El médico debe escuchar, examinar, aconsejar o cuidar con la misma atención a todas las personas cualquiera que sea su origen, sus costumbres y su situación familiar, su pertenencia o su no pertenencia a una etnia, una nación o una religión determinada, su handicap o su estado de salud, su reputación o los sentimientos que pueda experimentar hacia él. Debe aportarles su ayuda en toda circunstancia. No debe jamás alejarse de una actitud correcta y atenta hacia la persona examinada.”
Martin Winckler añade:
“A menudo hemos oído a mujeres (francesas, blancas, sin velo) reclamar el derecho a poder consultar a ginecólogos mujeres para no ser examinadas obligatoriamente por hombres. ¿Esta reivindicación dejaría de ser legítima para las mujeres con velo?”
“No veo pues por qué, a menos que la religión (musulmana fundamentalmente) sea un motivo de pérdida de derechos cívicos…, una mujer con velo, cuando va al hospital, no tendría derecho a recusar a un cuidador para escoger a otro. Cualquiera que sea su motivo. Es más, no solamente está en su estricto derecho, sino que este derecho está claramente inscrito en la ley. El Pequeño Diccionario de los derechos de los enfermos (Seuil, 2003) de Claude Evin, precisa a este respecto: “el derecho del enfermo a la libre elección de su médico y de su establecimiento de salud es un principio fundamental de la institución sanitaria.”
Del hospital a las empresas no hay más que un paso. Corremos el riesgo de que sea rápidamente franqueado y en primer lugar por iniciativas que vengan de “la base”. Numerosos incidentes indican que mujeres que llevan el foulard han sido rechazadas en algunos servicios municipales, en agencias bancarias, en gabinetes médicos, en la mayor ilegalidad. Es cada vez más difícil para una asociación musulmana obtener una sala para un debate.
Al abrir la puerta a estas consecuencias, la comisión Stasi, el presidente de la República y los principales partidos políticos se han arriesgado a una extensión de las discriminaciones hacia las poblaciones calificadas de “musulmanas”.
Pero, se nos replicará sin duda,
“la grandeza de los principios no puede quedar desmentida, en ningún caso por la bajeza de las prácticas”.

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