La patera de los niños

La patera de los niños

José Luis Tirado
Tarifa

Esta madrugada, en las costas de Tarifa, ha sido interceptada una zodiac con 70 emigrantes a bordo, de origen marroquí, entre los cuales se encontraban 21 menores de edad, la mayoría niños. Viajaban solos (sin padres, parientes o amigos), únicamente, al igual que el resto del pasaje, bajo la relativa custodia del rais (patrón de la embarcación), o bajo la mirada caritativa o solidaria de los adultos. El grupo entero, proveniente en su totalidad de la zona de Beni Mellal, llevaba en Tánger 20 días escondido en un garaje, durmiendo en el suelo, en espera de un cambio favorable de la meteorología. Salieron de la costa marroquí en un lugar indeterminado entre Tánger y Asilah, con buen tiempo, pero el viento de levante, que ha resurgido con fuerza, los ha sorprendido en alta mar. Al parecer, la frágil embarcación ha estado a pique de volcar en dos ocasiones, y la sobrecarga ha facilitado la entrada de agua hasta los límites, mezclándose el agua salada con la gasolina y provocando quemaduras en la piel e intoxicaciones por ingesta. Parece ser, inclusive, que una perforación en el neumático de estribor ha obligado a taponar con las manos el agujero para no perder flotabilidad. Los niños que viajaban a bordo, en todo caso, han tenido que cuidar de sí mismos, aunque para ellos, presumiblemente, el viaje estaba organizado desde el punto de origen.
En los años de movimiento migratorio en El Estrecho, esta es la primera vez que se da un fenómeno de este tipo. Hasta la fecha, los emigrantes que han cruzado en grupo, lo han hecho algunas veces en barcos de pesca, otras en contenedores, y mayormente en pateras de madera, ahora zodiacs neumáticas. Por lo general adultos en su inmensa mayoría, siendo bastante menos los casos de menores, y menos aún de niños. En este último caso, generalmente bebés subsaharianos con sus madres. Los menores de edad, y más aún los niños que han cruzado de manera individual, lo han hecho escondiéndose en los bajos de los camiones o en las viseras deflectoras de las cabinas, y en otras ocasiones, en las cajas de las mercancías. Esto es así, pues al ser generalmente niños de la calle, no pueden pagar el elevado importe que cuesta la plaza en la patera y han de buscar un transporte gratuito.
Resulta preocupante y necesario, por lo tanto, preguntarse cuál es el mecanismo por el cual una embarcación que realiza una travesía tan costosa y arriesgada, transporta un elevado número de niños (al parecer de ámbito familiar) que viajan solos.
La dinámica del rescate-detención-traslado de los emigrantes nos impide a los ciudadanos realizar un trabajo de campo a fondo para conocer estos mecanismos. De la lancha del SIVE en el puerto de Tarifa, los niños han sido trasladados rápidamente en ambulancias y en el furgón celular de la Guardia Civil hasta el recinto cerrado de la Isla de Las Palomas, donde no tiene acceso la población ni la prensa. Allí han sido atendidos sanitaria e higiénicamente, alimentados y encerrados en una celda y, en poco tiempo, trasladados a la comisaría de Algeciras, para su expulsión inmediata, en el caso de los adultos, o el internamiento, a priori, en un centro de menores, en el caso de los niños. No obstante, los pocos y breves diálogos que se han podido establecer con éstos, apuntan a la idea de que el viaje que han realizado ha sido convenido por sus parientes inmediatos con la compañía de transportes. Esto podría significar una escalada cualitativa del movimiento migratorio en El Estrecho. Es posible que las mafias hayan descubierto un nuevo mercado para sus negocios, que no sustituirá al ya existente, sino que lo ampliará hacia este sector de la población. Sobre la base de la legislación actual de emigración en España, los menores de edad no pueden ser repatriados, si el menor no quiere o sus padres no lo reclaman. El Estado lo internará en un centro hasta la mayoría de edad, donde, en teoría, recibirá educación y será hospedado y alimentado (en este caso, El Cobre, en Algeciras). ¿Es posible que ésta sea una oferta sugerente para unos padres desesperados? Por otra parte, y en general, estos centros no son cárceles, ni los educadores carceleros, por lo que la mayoría de los internados escapan a la primera oportunidad, pues ya tienen determinado el viaje, o al venir de la calle, vuelven a este hábitat que les resulta mas cotidiano. En otras ocasiones, las condiciones del centro (mezcla de edades, deficiencias, etc…) estimulan la fuga. Es así como inician un peligroso viaje por las calles y submundos de marginación en nuestras ciudades. Hay que añadir, además, que en muchas ocasiones, generalmente en la zona fronteriza, los menores de edad son devueltos a Tánger (no importa de qué parte de Marruecos provengan) como el resto de los adultos, incumpliendo la legislación vigente. Por último añadir, que el Gobierno ya ha anunciado su intención de modificar esta Ley, para aplicar la repatriación inmediata también a los menores.
Ante este panorama cabe preguntarse, una vez más, no sólo acerca de la validez moral o ética del muro que se está fortificando en El Estrecho, sino también sobre su validez efectiva, sobre “la irrealidad” de la política de fronteras. Desde la inauguración del SIVE (Servicio Integral de Vigilancia del Estrecho) se han incrementado las expediciones de emigrantes ilegales. Cuando antes salía una patera de la costa marroquí, ahora salen varias a la vez, para burlar los efectivos de control, y desbordarlos. Cuando antes el viaje era hacia Tarifa o Bolonia (los puntos más cercanos), ahora lo es también hacia Granada, Almería, la costa gaditana de La Janda o inclusive a Cádiz, donde no alcanza el control de detección del SIVE, haciendo la travesía más larga y más peligrosa (y tal vez más cara). Todo esto lo sabemos por los que llegan, y sobre ellos se hacen las estadísticas. De los que nunca llegaron, no sabremos nada.
Desde hace años se está perpetrando un genocidio en El Estrecho de Gibraltar, con la connivencia de los gobiernos de ambos lados, con la complicidad del mundo occidental y civilizado, y finalmente, con el beneficio del capital español, francés, marroquí… La actual situación que provoca la ilegalidad de los trabajadores inmigrantes beneficia de forma directa a las empresas que los contratan, y de forma indirecta al conjunto del gran empresariado, pues el mercado de mano de obra se devalúa. Esta devaluación, además, se provoca y acentúa al trasladar empresas, españolas en este caso, sus centros de producción (textil, pesca, conserveras…) o servicios (telecomunicaciones) a Marruecos, en unas condiciones laborales y de derechos humanos más ventajosas para el empresario que en España. Emigrantes o residentes en su país, a fin de cuentas parece ser que el destino de los trabajadores de tercera es la explotación en los términos que se establecieron en los orígenes de la industrialización. Un gran paso atrás para los derechos de los trabajadores en general.
Con el caso de los niños llegados a Tarifa el pasado martes 24 de septiembre de 2003, probablemente se esté iniciando un nuevo capítulo en esta tragedia.
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