Escritura y comunicación en la inmigración

ESCRITURA Y COMUNICACIÓN EN LA EMIGRACIÓN:

Estos son algunos apuntes sobre situaciones de comunicación que se dan en la emigración, en relación con la escritura. Las expondremos tomando como ejemplo la población africana que reside en el barrio de San Francisco (Bilbao).

Las africanas son culturas de transmisión oral. Hasta hace poco, la historia, los relatos, mitos, tradiciones y sucesos de cada pueblo se transmitían de forma oral y local. Había personas concretas que tenían la responsabilidad de recoger, memorizar y transmitir estos conocimientos y que merecían el respeto de todo el pueblo. Y estaban definidos los lugares y momentos en que se realizaba esta transmisión. Estas formas perviven, aunque en muchos casos están siendo desplazadas por los modos occidentales.

Esto no significa que no tengan literatura, como indica Enrique Bernárdez:

¿Qué se quiere decir, entonces, con “tener literatura” y “tener gramática”? Estas expresiones podrían figurar como magníficos ejemplos de etnocentrismo, y fueron inventadas en el siglo XVIII para dejar bien clara la diferencia entre los pueblos civilizados de Europa y los pobres e ignorantes salvajes de las colonias que iban multiplicándose entonces: las lenguas africanas no tenían literatura ni gramática, de modo que no eran lenguas sino simples dialectos. (…) Pero no: toda lengua humana tiene gramática, esté escrita o no, corresponda o no a un estándar. Lo mismo vale para la literatura: no se conoce ningún pueblo en la historia que haya carecido de algo semejante a nuestra literatura, aunque no esté escrita y aunque no se parezca a la nuestra (1999:137-138).

Evidentemente, hoy en día las lenguas africanas sí se escriben, utilizando escrituras de otras lenguas. Samuel, de Eritrea, escribe sus cartas en tigriña con escritura etíope, salvo en el encabezamiento del sobre, donde usa escritura romana; Sergio, de Senegal, las escribe en wolof con caracteres árabes o romanos, según su destinatario; de igual modo que Begoña, de Bilbao y Katherine, de Bruselas, escriben en euskara y francés respectivamente, usando también caracteres romanos, que son una variante de la escritura cananea.

La lectura y creación literaria

Cuando nos expresamos por escrito, con frecuencia recurrimos a la lengua en que hemos vivido y elaborado la experiencia que alimenta nuestra creación. Por eso mucha gente que escribe a partir de su experiencia de emigración prefiere hacerlo en su lengua de origen. La elección no es fácil, y tiene que ver con la historia personal de cada uno. Simón, escritor angoleño, tiene su forma particular de escribir. Lo hace en castellano y portugués alternativamente. Simón me aclaraba por qué:

El castellano es la lengua con la que vivo día a día en Bilbao. La lengua de mi trabajo en la fábrica, y de muchas de mis lecturas y conversaciones. El portugués es la lengua que uso con mis paisanos, la lengua en la que escribimos en mi país. Es la lengua que llevo dentro.
Yo escribo en las dos lenguas y corrijo los dos borradores. Me sugieren que escriba en portugués, y que una vez corregido traduzca al castellano. Pero es que hay pensamientos, cosas, que me salen en castellano, otras me vienen en portugués. Escribo y leo mejor en castellano, pero hablo y entiendo más el portugués. Y cuando hablo todavía me confundo entre las dos…

Y Abú, un vecino marroquí que escribía poemas, que murió recientemente, optaba por hacerlo en castellano, aunque él sabía que lo hacía peor que en árabe marroquí, su lengua madre. De hecho, la casi totalidad de los originales, inlcuidas notas y borradores, de los poemas que publicó, están escritos en castellano. ¿Por qué? Porque, como afirma en sus propios escritos, por encima de todo necesitaba transmitir su experiencia como emigrante a la gente que le rodeaba, y era el castellano la lengua en que mejor podían entenderle (ver Azzedin, Abú et al. 1998).

Simón, de República de Congo, y Turé, de Guinea Bissau, también se esfuerzan por escribir en castellano sobre su experiencia de emigración, sobre la realidad política de sus países y sobre sus culturas y saberes. A diferencia de Abú y Pascoal, ellos tenían poca experiencia de escritura antes de llegar a Bilbao, y es aquí donde han empezado a hacerlo.

Una tercera situación es la de Rahma, de Marruecos, que escribe poemas directamente en castellano o en árabe marroquí, según su momento personal. Los escritos en árabe marroquí, los traduce después al castellano (ver Abib, Rahma, 1999).

Se opte por escribir en la lengua de origen o una de la sociedad de llegada, siempre existirá cierto conflicto; dado que probablemente una lengua, la de origen, sea más adecuada para reflejar el sentimiento, y otra, la de llegada, como herramienta de comunicación.

Hay quien, aunque no puede leer o escribir en castellano, sí tiene facilidad para leer en su lengua, o quizás en la lengua oficial de su país (inglés, francés, portugués…). Aquí la prensa y literatura en estas lenguas es escasa, por lo que les resulta difícil mantener el hábito de lectura.

Por eso, Samuel se ha leído muchas veces los pocos libros que tiene en inglés; Denba, de Malí sólo lee revistas deportivas en francés; y Aisha, de Marruecos, podría leer en árabe, pero no encuentra nada en esta lengua que le motive.

Muchas personas vivieron una etapa en que hacían como Samuel o Denba, y más adelante pudieron aprender castellano y empezar a leer en esta lengua. Otras no han tenido las condiciones psicológicas o materiales para hacerlo.

Existe una dificultad añadida para leer, cuando no se conocen bien las lenguas de la sociedad de llegada: en Euskadi, como en otros lugares, hay muchos textos bilingües en los que un lector o lectora principiante con poco conocimiento de castellano y menos de euskara (la situación mas frecuente, aunque también se da la inversa) no sabrá distinguir la parte en euskara de la parte castellana.

Formularios y trámites burocráticos

Escribir y leer puede ser una opción escogida. Pero, en cualquier caso, existen situaciones burocráticas en las que se hace imprescindible: debido al enfoque que la Ley de Extranjería tiene sobre la ciudadanía de quienes emigran de países pobres, es muy común la necesidad de rellenar impresos, redactar instancias, solicitudes, declaraciones, certificaciones o denuncias. Pasos obligados o inevitables que, cuando no se pueden hacer por cuenta propia, se resuelven con la ayuda de un escribano o escribana.

Así, Moha, de Argelia, ha quedado con un paisano en un bar, para que le ayude ar rellenar una solicitud de renovación de su residencia; Mary, de Camerún, baja a la tienda junto a su portal, porque necesita que le ayuden a entender una notificación del juzgado, por una denuncia que puso tras ser agredida por su ex marido; y Fátima, de Angola, busca quien le explique unas instrucciones que le han dado por escrito en el hospital, sobre la dieta que tiene que seguir antes de presentarse para hacerse una prueba médica.

El apoyo también se hace necesario en situaciones más privadas como leer y responder a las cartas de la familia (que a su vez quizás cuente con otro escribano para leer y responderlas); anotar nombres en la libreta de teléfonos y buscar el nombre y número adecuados cuando quieren telefonear; grabar y obtener información del móvil, programarlo; etc. En las aceras de los barrios de más inmigración barrio, en los bares y las tiendas regentados por inmigrantes, son frecuentes estas escenas de relación.

Por lo común, quien no sabe leer, sea de donde sea, se las arregla para desenvolverse en esta sociedad donde la escritura es omnipresente. Salen adelante a través del apoyo mutuo; con recursos mínimos como conocer las iniciales de las ciudades a donde se viaja con frecuencia en coche, para poder tomar el desvío adecuado; o contando el número de paradas de metro.

¿Y el acceso a los recursos informáticos por esta población que, en general, no tiene hábito de lectoescritura ni conocimientos informáticos? Mientras muchas de ellas se ven excluidas de esta posibilidad, lo cierto es que otras han sido capaces de sacar adelante negocios donde el uso del ordenador es imprescindible, como los locutorios telefónicos. Para ello han contado con la constante asesoría técnica de empresas de telecomunicaciones. Esto nos llama la atención sobre otras situaciones difíciles que, al estar fuera de unas relaciones comerciales provechosas para ambas partes, no reciben la misma disponibilidad de apoyo (por ejemplo, para convalidar el carné de conducir).

El valor de la conversación

La lectoescritura es un recurso de comunicación que nos ayuda a conocer mundo sin viajar, a ampliar miras, a enriquecernos personalmente y a luchar contra la confusión. Pero no el único recurso, ni el mejor. Entre los pueblos africanos, la conversación tiene más valor que en la mayoría de los pueblos europeos. La conversación, que no se interrumpirá porque alguien hable regular, porque haya que combinar varias lenguas o callar cada poco tiempo para esperar a la traducción en cadena, les facilita también el entendimiento entre culturas y ampliar su saber.

De hecho, para Ousman, de Senegal, la mayoría de los “toubaab” (así es como él llama a los blancos) leen demasiado. Por eso los “toubaab” piensan que el mundo es como pone en los libros, y no conocen el mundo por su propia experiencia. Ousman, por su parte, cree que la experiencia de la emigración da un conocimiento del mundo, de la vida, que no tienen los “toubaab”. Esto también es porque en su pueblo la emigración es como un rito de iniciación, una etapa por la que se considera que es bueno pasar para aprender de la vida.

La tradición oral tiene mucho valor entre los pueblos africanos y hay quien, como Ousman, rechaza aquel saber cuya fuente exclusiva son los libros. Al mismo tiempo, para muchos africanos la escritura tiene cierto valor sagrado, cierta función mágica. De hecho, uno de los modos de trabajo de los marabúes1 es anotar por escrito deseos, oraciones y mensajes que concretan las peticiones de sus clientes. Estas anotaciones serán guardadas y tratadas de modo especial. En la emigración, algunas personas que tienen ciertos conocimientos y capacidades religiosas y además saben escribir bien en árabe, también trabajan así.

  1. De marabout: santón musulmán que mantiene creencias y tradiciones de religiones previas a la entrada del islamismo. Tiene poderes mágicos y una función sanadora y como adivino.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Abib, Rahma (1999). La Flora del Mar. Poemas. Beitia Poesía. Bilbao.
Azzedin, Abú y Paniagua, Isabel María (1998). Miradas Mojadas. Autoedición. Bilbao.
Bernárdez, Enrique (1999). ¿Qué son las lenguas? Alianza Editorial. Madrid, 1ª Edición.

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