Silencio, se expulsa

SILENCIO. SE EXPULSA.

La policía acaba de dar los datos. Desde enero de 2000 a 30 de junio de 2001 ha expulsado a 17.623 marroquíes llegados a bordo de pateras. Esto es, más de mil al mes. Pese a la envergadura de las cifras se trata de un procedimiento de expulsión «silenciosa». Ningun impacto en la opinión pública. Cuando los medios se hacen eco de las cifras, las dan de manera aséptica, como quien informa del volumen de exportaciones españolas. Como algo que está en la naturaleza de las cosas. En cambio, en los casos en que la expulsión de inmigrantes, 117 subsaharianos en este caso, se ha «visualizado» mediante su envio en grupo y en aviones fletados expresamente, el tono de las informaciones mostraba un elemento crítico hacia la expulsión y de acercamiento humanitario hacia la situación de los expulsados. ¡Es que no son formas! Esta reacción muestra que lo que preocupa no es la dramática situación de los expulsados sino no dar la imagen de que nosotros, ciudadanos blancos, de cultura occidental, democrática y cristiana podamos ser, en modo alguno, responsables de semejante tragedia.
La otra estrategia para exculparnos de nuestra responsabilidad consiste en encontrar un chivo expiatorio hacia quien dirigir nuestra indignación (si la hubiera): las mafias. Pero en esta ocasión el director general de la policía, Juan Cotino, al dar las cifras hacía explícito quién era el destinatario del mensaje: «todas esas personas que se lanzan al mar sin saber su destino, un destino que en ocasiones es, desgraciadamente, la muerte». Dicho en otras palabras, se trata de hacerles llegar el mensaje de que además de tener que desembolsar fuertes sumas de dinero, si no es la muerte quien se lo impide, será la policía española quien complete el ciclo de su desgracia encargándose de expulsarlos a su país. Todos sabemos y el paso del tiempo se está encargando de demostrarlo, que no por ello la gente, por muchas razones, va a dejar de intentarlo. Pero nosotros tranquilos, «ya se la habíamos advertido».
Las cifras además demuestran que no es sólo un problema de la nueva Ley de Extranjería del PP: de los 17.623 expulsados, 11.721 lo fueron el pasado año, cuando estaba en vigor la anterior ley aprobada por la oposición.
En otros conflictos que tienen lugar en nuestro territorio se llama a la gente a tomar parte, a implicarse, de otro modo, se nos dice, «el que calla otorga». Pues bien, en este caso ¿el silencio no nos hace también cómplices?

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