¿ Nada es verdad ni es mentira?

¿NADA ES VERDAD NI ES MENTIRA?

Nieves García Benito
Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía
Tarifa. 12 de enero de 2003

El 13 de julio de 2001, el fotoperiodista Javier Bauluz captó la imagen, en una playa de Tarifa, de una pareja de bañistas, a la izquierda, sentados bajo una sombrilla y, algo más alejado, a la derecha, el cadáver de un hombre inmigrante ahogado. El autor titula a la fotografía, La Indiferencia de Occidente. Esta fotografía ha dado la vuelta al mundo, incluso ha sido publicada en el New York Times.
El periodista Arcadi Espada, ganador del premio Espasa de Ensayo por su libro Diarios, escribe un texto sobre dicha imagen en el que descalifica la imagen en sí misma al afirmar que es una ficción y que por lo tanto no muestra la realidad. Que tomada desde un ángulo falso no demuestra la imagen real y mucho menos la indiferencia de Occidente ante las muertes en el Estrecho de Gibraltar.
El debate en sí podría parecer el típico toma y daca entre colegas de una misma profesión o el viejo litigio entre realidad y ficción, por otro lado tan de actualidad. Si se me permite, hasta una polémica en la barra de un bar. Sin embargo, al ser el objeto de la controversia distintos puntos de vista, diferentes miradas, sobre un espacio, el Estrecho de Gibraltar, donde, desde hace catorce años, no dejan de aparecer cadáveres en su orilla norte, desde aquí, desde Tarifa, queremos aportar algo más de información, para que la mirada del lector se enriquezca y pueda ir construyendo su visión del problema sobre un andamio más amplio. Es nuestro deseo.

¿Qué está ocurriendo en el Estrecho de Gibraltar?

Por la Ley de Extranjería española 4/2000 que tiene su origen en el Tratado de Schengen europeo de 1990, a la gran mayoría de los ciudadanos subsaharianos y marroquíes que solicitan un visado de entrada a Europa se les deniega. Con visado, pasarían en un Ferry, con lo cual el problema de los cadáveres desaparecería. Ante la negativa de la Ley, el ciudadano, a quien las circunstancias económicas de su país le empujan a la emigración, a sabiendas de las circunstancias económicas europeas donde hay riqueza y por lo tanto trabajo, se ve obligado a contactar con los grupos dueños de otro medio de transporte, la patera o zodiac, con el agravante de ser más caro y peligroso para su propia vida. Este paso clandestino del Estrecho acarrea en quien lo controla un beneficio desorbitado provocado por la abundancia y urgencia de la demanda. La media de personas en una zodiac es de 55. El importe del viaje está en unos 1.500 euros. Este medio está utilizándose desde 1989, con lo cual nos podemos hacer una idea del montante económico que lleva percibiendo, sin contar con la segunda parte del viaje, desde Tarifa hasta el lugar de trabajo, y que según información de trabajadores marroquíes es de unos 600 euros.
El 2 de noviembre de 1989 aparecieron dieciocho cadáveres en la playa de Los Lances de Tarifa. Desde entonces, hasta el 2 de enero de 2003 en que han aparecido siete ahogados, los muertos son incontables. El Ministerio del Interior da una cifra comprobada de ochocientos. El Defensor del Pueblo Andaluz, teniendo en cuenta la realidad del Estrecho, corrientes, vientos de 100 kh, cetáceos, barcos contenedores, petroleros, aparecidos en la orilla norte de Marruecos, afirma que pueden ser más de dos mil los muertos durante estos catorce años.
En las playas de la orilla norte del Estrecho vivimos cientos de personas europeas, pescadores, obreros, funcionarios, médicos, windsurfistas, turistas, que conocemos por la experiencia de nuestros sentidos la aparición constante de cadáveres. Los medios de comunicación informan a toda Europa de estos hechos desde hace catorce años. Cuando ciudadanos de esta orilla han atendido a los náufragos se les ha llamado solidarios incluso con premios oficiales; cuando la guardia civil quita los cadáveres de en medio se les dice que están haciendo labores humanitarias; cuando fotógrafos profesionales han captado ciertas imágenes, más bien espeluznantes, se les ha premiado repetidas veces.
Si se me permite, como ciudadana de a pie de playa y habiendo visto más de un ahogado y más de dos, por naturaleza, por persona humana, tengo el deseo de no volver a ver más muertos en nuestras playas. Sin embargo, desde aquel 2 de noviembre de 1989 este deseo no se cumple ni tiene visos de cumplirse. Parece estable y afirmado día a día por los hechos. Parece ser que el paso clandestino del Estrecho aporta importantes beneficios económicos aunque deje en el camino tantos cientos de cadáveres.

El Estrecho de Gibraltar: un espacio de indiferencia.

No para los objetivos económicos de las empresas eléctricas que tienen planificada la red transnacional de las multinacionales de la energía y que han hecho pasar por sus aguas un cable de 400.000 voltios, a pesar de la oposición de las poblaciones de su orilla norte y, actualmente, están tendiendo el segundo. Y que mantienen un gaseoducto en sus aguas que, procedente de Argelia, suministra gas natural al resto de España, con la excepción de las poblaciones ribereñas. No para la OTAN que estudia la posibilidad de extender al Estrecho de Gibraltar la operación de control del tráfico mercante. No para las grandes multinacionales del petróleo que tienen por sus aguas un paso seguro y corto para el traslado del crudo desde sus lugares de origen hasta los sectores de transformación. No para cientos de empresarios, en el sector primario y en la prostitución, que se han surtido de trabajadores subsaharianos y marroquíes clandestinos como mano de obra muy barata desde hace catorce años. Para estos grupos financieros, efectivamente, el Estrecho de Gibraltar no es un espacio indiferente porque les proporciona pingües beneficios económicos. Estos grupos financieros mantienen y mantendrán este Estrecho tal cual. Así. Es decir, tienen interés por él. Y mucho. Es evidente que no abogarán por un cambio, una diferencia. Su indiferencia ante los muertos es real. Ni se les pasa por la cabeza algún cambio en la cuantía de sus beneficios.
Para los autores de la Ley de Extranjería (Gobiernos europeos) sí parece ser, sin duda, un espacio de indiferencia, cuando esa misma Ley, la de Extranjería (o ninguna), en otros términos, evitaría la muerte cierta de miles de africanos.
Sí lo es, también, para los millones de ciudadanas y ciudadanos de la democrática Europa que, siendo gentes de buena voluntad, no han impedido, ni con sus voces, ni con sus hechos, que se ponga en vigor una Ley de Extranjería que lleva en sí misma la muerte real de miles de personas. Muchas personas desde Tarifa hemos pedido la derogación de esa ley. La respuesta ha sido la soledad y el silencio. Después de catorce años no se soluciona el problema: va a más ¿No es eso acaso indiferencia?

El Estrecho de Gibraltar: un espacio de ficción.

Un espacio de ficción es un espacio de mentira. Aunque sea piadosa no deja de ser mentira. En el Estrecho, en las playas de Tarifa, están ocurriendo cosas terribles que el ciudadano de a pie desconoce. Puro teatro. El mar trae ahogados, casi nunca en tiempo de tormenta, se ahogan en las rocas a tres metros de la orilla. Las personas que pasan han pagado cantidades desorbitadas de dinero aún cuando les es muy difícil ganarlo. Aparecen muertos a quien nadie ha matado. ¿Quién los asesina realmente? ¿El patero, pobre desgraciado, que también hace el viaje? ¿La Ley? Parece esto más bien un cuento de terror sin que aparezca el culpable. Dicen que los habitantes de aquí son solidarios cuando lo que hacen es limpiar las playas de muertos. Las denuncias que se hacen nunca tienen respuesta. A las personas que ayudamos a los clandestinos, para que no mueran en el siguiente intento, se nos multa. En el mismo ángulo, de día, se puede fotografiar a los europeos con sonrisas relucientes saliendo en Ferry hacia Tánger y, de madrugada, por lo general, a los marroquíes llegando en zodiac con unas hipotermias que exigen una hospitalización inmediata o con quemaduras de primer grado en sus piernas y nalgas. Sin montaje, con montaje, sin ángulo, con ángulo, de día, de noche, cualquiera puede fotografiar un ahogado. Los periodistas cuentan la tragedia, a algunos que culpan a Occidente se les llama mentirosos. Y así catorce años.

La Trampa

En este drama fotográfico ¿Dónde está la trampa?

Alguien puede decir que una fotografía como la de Javier Bauluz es una gota más para la niebla que poco a poco va falsificando la historia. Porque dos personas parezcan indiferentes no quiere decir que todas las personas sean indiferentes. Otros pueden opinar que menos mal que hay fotógrafos como Javier Bauluz que cuentan lo que está pasando y saquen conclusiones tales como que lo concreto tiene connotaciones globales, que va más allá del instante captado.

En el drama de los muertos ¿Dónde está la trampa?

Me pregunto muchas veces, cada vez que aparecen ahogados, cada vez que veo a los vivos después de salir de la zodiac, si lo que estoy viviendo no es producto de un mal sueño y en realidad es todo una mentira. No hay ahogados. Llegan en Ferry a trabajar. Aquel 2 de noviembre de 1989 no vi dieciocho cadáveres frente a mi terraza. Las chicas que llegan no se convierten en prostitutas. Los marroquíes que me llaman desde Almería tienen todos su documentación en regla. Van de vacaciones a sus países y si quieren pueden traer a sus mujeres. No hay menores debajo de los ejes de los camiones ni escondidos en los campos de Tarifa. No secuestraron a Fátima para que su familia enviase las 100.000 pesetas del viaje Tarifa-Almería… Me contesto, “si no hubiera indiferencia e intereses ocultos esto habría terminado hace mucho tiempo”. Sin embargo, leo en titulares de prensa del año 2001, “Avalancha de inmigrantes en Tarifa” y también en el recién pasado 2002. Claro que si el Gobierno de la nación considera una avalancha al número de personas que pasan entre los 700.000 millones de europeos y los 800.000 millones de africanos ¿qué puedo pensar? ¿Por qué miente el Gobierno? ¿O es que deberían haberse ahogado más para que llegaran la mitad?
Con fotografía o sin ella. Se escriba del tema o no se escriba. Aquí, a Tarifa, han llegado cientos de ahogados. A las aguas del Estrecho, miles. Y estas playas son la indiferencia. La violencia frontal como es la separación entre la vida y la muerte. Hay vivos tranquilos y muertos bien muertos. Los vivos de aquí no podemos hacer nada porque ya están muertos. Otros “vivos” sí pueden evitarlo. No lo hacen. Desde la primaria subjetividad de los títulos, aquí sabemos que si no fuera por la indiferencia/interés de los gobiernos de Occidente hace mucho tiempo que no habría un muerto en el Estrecho.
Ojalá que la fotografía de Javier Bauluz hubiera sido una mentira. Ojalá que formara parte de su imaginación y que fuera una “estafa inmortal” como dice Arcadi Espada. Ojalá que fuera una ficción. En el Estrecho de Gibraltar no hubiera habido nunca mujeres y hombres ahogados. Hubieran sido sólo eso, muertos de mentira. Una ficción.

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