¿Feliz cumpleaños?

Publicada 20 de Noviembre de 2020 07:02

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Unicef acaba de publicar un informe donde afirma que la COVID-19 sí afecta a los niños y la pandemia y que puede dejar una “generación perdida”. Que se lo digan a Mariem. Cuando se quedó sin escuela por la pandemia, sólo tenía acceso al móvil de su ama para hacer los deberes. Ni compañeras ni amigos con los que jugar. Y su ama regresaba de noche tras largas jornadas de trabajo cuidando a una persona mayor.

La Convención de los derechos de la infancia cumple este viernes 31 años. Y en el contexto actual de pandemia, por acción o fuerza mayor, la infancia está viendo esos derechos muy vulnerados. Y no todo se debe a la situación creada por el virus.

Según Unicef, es el tratado internacional más ratificado de la historia. Entre otras cuestiones, lo firmado avala el derecho de todos los niños y niñas a la vida, la salud, la educación, la no discriminación, la reunificación familiar o la protección contra los malos tratos y la privación de libertad, independientemente del lugar del mundo en el que hayan nacido. Por mencionar algunos. La lista es larga, es garantista.

Joseph nació en Guinea Conakry hace seis meses pero todos sus derechos se los tragó el Mediterráneo, el dispositivo más radical que ha encontrado la UE para impedir que personas perseguidas o con aspiraciones de una vida mejor, no lleguen a sus costas. Da igual que para eso tengan que morir en el camino. Ni siquiera importa cuando son criaturas como Joseph. Hemos destrozado dos vidas en un periquete. La de Joseph, y la de su madre que fue rescatada pero que quizás hubiera deseado morir en vez de vivir esta inhumanidad.

En los casos en los que consiguen llegar y son mujeres, es decir, la mitad de las migraciones según NNUU, vienen reclamadas y son recibidas por los mercados y sociedades europeas. Aunque vengan en situación irregular, viene a cubrir una demanda nuestra: que se hagan cargo de las ingentes y que tanto nos importunan, tareas de cuidados. Es entonces cuando niñas como Tchella quedan atrás y mediante el derecho a reagrupación y con suerte, muchos años después llegan a reencontrar a una persona que le dice que es su madre, pero que apenas reconoce.

Los niños y niñas parece que también tienen derecho a ser protegidos contra los malos tratos y tortura, pero Ilias murió al ser atado a una cama boca abajo, una inmovilización mecánica que le llevó a la muerte en el mismo centro de menores que tenía que protegerle y cuidarle.

En los campamentos para personas refugiadas en Grecia también hay niños y no, no pueden ejercer estos derechos. Más bien, se les abandona como animales, sin poder ir a la escuela, jugar, sentirse seguros y tener garantizada su salud. Niñas y niños que no pueden ni dormir, a quienes la salud mental se les va entre el humo de los incendios que devastan el infierno en el que viven. Niños y niñas como Fátima, que con solo diez años ya sabe lo que es intentar suicidarse.

Por fortuna son muchos los niños y niñas resilientes, que salen adelante y cuyas heridas no han determinado sus vidas. Que hoy en día, gracias a su fuerza y al apoyo de personas que han encontrado en su camino, han hallado, la grieta por donde sanarse y salir fortalecidas. Todo, dentro de un sistema esquizofrénico, dividido, profundamente vulnerador por un lado, y que dice tratar de ampararlos por otro.

Los derechos de la infancia deberían de ahorrar todo este proceso, pero en este 31 cumpleaños, deberán pedir el deseo de ser más escuchados y más tomados en serio. Porque lo que defienden es el futuro. Mientras, siguen naciendo y creciendo personas solidarias y comprometidas. Pero necesitan un marco legal y político que respalde sus acciones. A los Derechos de la infancia, les deseamos un muy buen año.

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