Publicada 09 de Octubre de 2014 09:29
Fuente: CÉSAR MANZANOS, Doctor en Sociología, Profesor de Política Social en la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Vitoria-Gasteiz.
Vitoria-Gasteiz. Año 1945, hace solo 60 años. La población civil era solo de 35 mil habitantes. El resto eran inmigrantes, fundamentalmente curas y militares. Unos 12 mil en total. Vitoria año 2014, mas de 200 mil habitantes debido a las olas migratorias de los pueblos de Álava, de Gipuzkoa, de Bizkaia, de Galicia, de Andalucía, de Marruecos, de Colombia y de muchos otros lugares del mundo. Hoy más que nunca una Vitoria construida sobre la inmigración de todos los lugares del mundo que se puede vanagloriar de ser una ciudad acogedora, multiétnica y multicultural.
La mano de obra Africana, Latinoamericana y de los países del Este de Europa, fue imprescindible para garantizar los fondos de la seguridad social que hoy mantienen las exiguas pensiones públicas y que hizo posible el “milagro económico” de los años 90 hasta 2008. Con este milagro no se enriqueció precisamente esa población migrante, sino los mismos de siempre y, no precisamente en muchos casos de forma lícita, sino mediante la explotación de la mano de obra nacional y sobre todo extranjera. En muchos casos mediante la especulación y la corrupción que dejó hundidas a multitud de familias y que hoy vivimos como un lastre. Todo esto propiciado y bendecido entre otros por el partido de nuestro querido Alcalde.
En la actual coyuntura de incremento exponencial de la pobreza gracias a los brutales recortes sociales y laborales del gobierno del Partido Popular que condenan a la precariedad crónica a las familias y a las nuevas generaciones, uno esperaría de un Alcalde solidario, y del resto de la clase política, que dieran ejemplo renunciando al 70% de su salario, como hace el bueno del presidente uruguayo, con el fin de contribuir a paliar la actual situación de emergencia social y de dar ejemplo. Pero no. Lo que propone el Gobierno Español para Vitoria, a través del Alcalde es matar el cólera a cañonazos. Es decir, acabar con el desempleo y la corrupción criminalizando y satanizando a determinadas categorías de población a las que se les prohíbe vivir entre nosotros. ¿Cómo? forzando su expulsión por falta de trabajo y de prestaciones sociales básicas que faciliten su incorporación como capital humano necesario, en una ciudad que está envejeciendo y estancándose de un modo preocupante, a un ritmo vertiginoso. Y encima, tratando de obtener réditos electorales de un discurso con claros tintes racistas que, en manos de la fiscalía, habrá que ver si es constitutivo o no de un delito de apología de la xenofobia contemplado en el Código Penal.
El mismo proceder que en la Alemania Nazi. ¿Gitanos, Moros, “irregulares” y “delincuentes fracasados”, cualquier cosa que signifique esto, son los responsables de la corrupción y del mal uso del dinero público? No seáis hipócritas. La corrupción con mayúsculas surge del uso del dinero de las arcas municipales para financiar empresas privadas, muchas de ellas ligadas a su partido y a las élites económicas que lo sustentan. Es como responsabilizar a las hormigas sin Label de lo que hacen los monstruos de la especulación urbanística y monetaria con nuestros impuestos. Y lo peor es que todo el capital obtenido y los beneficios multimillonarios de las últimas décadas, ha sido invertido en llevarse las empresas a países como Marruecos, ¿a Marruecos? qué casualidad. Señor Alcalde, basta ya de comparaciones obscenas, de generalizaciones hirientes y violentas, de culpabilizar y etiquetar a quienes no son los responsables de la corrupción generalizada que nos avergüenza a la ciudadanía vitoriana. Atrévase a desafiar las órdenes de sus superiores y a lo mejor, siga o no siga su partido en la alcaldía, se le recordará como un Alcalde integrador y no como el Alcalde que alimentó el odio irracional y la discriminación indiscriminada en las gentes de nuestra ciudad y una imagen falsa, bochornosa e irrisoria hacia el resto del mundo.
