Manifiesto por las muertes en el Estrecho

Manifiesto de Juan José Téllez leído en Concentración de Cádiz el 6 de noviembre por las muertes en Estrecho

Juan José Téllez

Nos encontramos aquí reunidos para mostrar nuestro pesar y nuestra denuncia por la última tragedia ocurrida en aguas del Estrecho. Como nos venimos reuniendo desde hace años, más veces de las que nos gustaría, ante las costas de Cádiz, no sólo para llorar la muerte sino para exigir que se evite, para reclamar que este mar no siga siendo una enorme fosa común, la geografía del genocidio, un paredón marino donde un mundo injusto ejecuta a los más débiles.
Estamos tan acostumbrados a ver los cadáveres asomándose a nuestras playas, que ya nos parece normal lo que ocurre, que ya nos parecen números, estadística, cifras macabras como la de los accidentes de tráfico. Pero esto no es un accidente. Esto es un crimen y hay demasiados culpables: las mafias que trafican con ellos, es verdad, pero no sólo las mafias. En la cumbre de la mafia, habría que situar a quienes casi nunca pagan ante la ley las consecuencias de sus fechorías. Me refiero, nos referimos, a algunos empresarios que no merecen el nombre de empresarios, a esos nuevos patrones de esclavos, encomenderos de un mundo globalizado para los ricos y parcelado para los pobres, esos jefes de las nuevas plantaciones a los que raramente vemos en el banquillo de los acusados. Esto no es un accidente y hay otros culpables. Los sátrapas y los tiranos del Tercer Mundo que llevan saqueando desde hace siglos las sobras de lo que saquearon los colonialistas europeos. Y los gobiernos de Europa, de la civilizada Europa, de la democrática España, que fabrican leyes estúpidas de Extranjería; que sólo sirven para agravar los problemas cotidianos y no para resolverlos; que sólo sirven para conquista el voto de los racistas, de los xenófobos, de aquellos que no necesitan a Le Pen, porque ya tienen al PP, para cumplir a rajatabla con este juego sucio.
Estamos acostumbrados a tanta muerte; acostumbrados a ver los trozos de las pateras y de las zodiacs, repartidos por el litoral; los motores, incautados en las dependencias judiciales; los restos de ropa y de calzado, como huellas de aquellos a los que mató el mar y las leyes injustas. Pero no estamos acostumbrados a que las cámaras nos ofrezcan la desolación de las familias que aguardan a la otra orilla del Estrecho, ni la desesperación de los supervivientes, devueltos al fracaso. Hay que luchar por la democracia en Marruecos, pero hay que luchar por la democracia en España, para que los inmigrantes no sean tratados como ciudadanos sin derechos, para que más allá de la muerte en el mar, les aguarde la muerte civil, la clandestinidad, un mundo sin contratos ni salario digno, un mundo sin viviendas, ni derecho al voto, ni derecho a reunirse, ni derecho a asociarse, ni derecho a la huelga, ni derecho a manifestarse. Esto es una canallada colectiva y no podemos hablar de un solo culpable.
Los teletipos rebotan declaraciones, lamentaciones y resignación. Más muertos que sumar a la lista negra de cada año, un drama que no está en las prioridades de la agenda política, de forma que no hace cambiar un ápice las políticas que mantienen la desigualdad, el abismo entre la pobreza y la riqueza, la diferencia entre haber nacido catorce kilómetros más arriba o abajo, distancia que nos separa de ese inmenso y desconocido Sur. En el Estrecho, en los últimos quince años, llevamos contabilizados más muertos que a manos de ETA en los últimos treinta años. Y no parece que nos importen lo mismo unos muertos que otros, no parece que los partidos mayoritarios tengan la misma urgencia en resolver el problema de la violencia que sufre la inmigración clandestina que el problema de la violencia que estalla en Euskadi.

Es necesario denunciar una vez más que las medidas adoptadas por el Gobierno, amparadas por el club europeo al que pertenecemos, basadas exclusivamente en la aplicación de una mayor vigilancia policial, son absolutamente inútiles para impedir más muertes en el Estrecho. Estamos hablando de personas, de trabajadores que arriesgan su vida, por pura necesidad, con tal de conseguir una oportunidad en Europa. Si lo hacen de este modo, es porque se les ha cerrado previamente todas las puertas. La inmigración clandestina no es más que una gran alarma roja que se enciende para advertirnos que algo se está pudriendo en nuestro sistema político, económico y social, por más que algunos pretendan practicar la técnica del avestruz. La inmigración clandestina es una señal de que el sistema no funciona, de que somos incapaces de arbitrar alternativas reales, desde nuestros lamentables consulados europeos que más que una puerta abierta se convierten a menudo en una frontera infranqueable y a veces corrupta. La inmigración clandestina es una señal de que no nos terminamos de creer que España es un país desierto, que necesitamos mano de obra, nuevas ideas, con las que renovar el sistema de la seguridad social pero también el ritmo de nuestro sangre, orear el desván en el que hemos encerrado desde hace mucho a nuestros sueños.
Ahora, estamos llorando a los muertos que el mar arrastra hacia nuestras costas como pecios de un naufragio colectivo. Pero también estamos gritando por los vivos, por aquellos que se hacinan en la Isla de las Palomas, en un calabozo húmedo donde se hacinan más de veinte espaldas mojadas ateridos y con una sola letrina a la vista de todos. Estamos gritando por el trato discriminatorio que se ofrece a marroquíes y a subsaharianos, a unos se les devuelve, a otros se les expulsa, pero el negocio de esta nueva trata sigue arrojando dividendos económicos, dividendos políticos, dividendos sucios, atroces, asesinos.
Nuestro estado de derecho termina en ese menosprecio a los inmigrantes, a ese maltrato legal a los que las autoridades condenan a los recién llegados. Nuestro estado de derecho termina en el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior que no es capaz de presupuestar recursos suficientes para salvar las vidas que detectan los sonares en alta mar. ¿Dónde estaban las lanchas de Salvamento Marítimo, de la Guardia Civil del Mar, que debieron auxiliar a los cincuenta fugitivos de las llamas del hambre que fueron a caer en las brasas de la muerte frente a las costas de Rota? Nuestro estado de derecho concluye en la instrucción del Fiscal General del Estado para que los fiscales de menores no recurran la expulsión de aquellos niños inmigrantes que ya hayan cumplido dieciséis años. Dieciséis años, a su juicio, es una buena edad para ser devueltos al país de donde huyen, una buena edad para que vuelvan a probar suerte en la ruleta rusa de una zodiac, una buena edad para explotarles, pero no es una buena edad para que voten, para que decidan qué hacer con su futuro, para que decidan qué hacer cuando el único amparo que reciben es el de la calle, cuando la única ayuda que les brinda Europa es un pasaje de vuelta hacia el infierno.
Este acto quiere tener la significación de salir de la pasividad, de la indiferencia y de la insensibilidad que está ganando terreno en nuestra sociedad ante hechos como éste. Por ello, todos los aquí concentrados, frente al discurso del miedo y de la xenofobia, frente al discurso que evade responsabilidades, exigimos a los gobiernos español y marroquí que asuman la responsabilidad política de estas muertes y promuevan medidas que eviten en el futuro estas tragedias, sobre la base de la cooperación, de una revisión a fondo de la regulación de los flujos migratorios y del respeto a los derechos humanos. Hay más de treinta y cinco muertos sobre la elegante moqueta de nuestras conciencias. En nuestras manos, estriba que no haya ni uno más, para que el espejo de la historia no nos repita lo que llevamos siendo, por activa o por pasiva, desde hace demasiado tiempo: asesinos, asesinos, asesinos.

Cádiz, a 6 de noviembre de 2003

Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA)
Centro de Acogida de Inmigrantes (CEAIN)
Algeciras Acoge
Cardijn (Fundación Tartessos)
CC.OO.
U.G.T.
CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado)

        Bizilagunak21

  Trabajadoras

Zurrumurru Ez Logotipo Fondotransparente 08 1

Valla

Fotografía Amnistía Internacional

Banner Docu Sos Eusk

Colabora

Colabora económicamente con SOS Racismo de la forma que tú prefieras:

Socios Eu

Mugak aldizkaria

01recortada

2012 Urteko Txostena

Inf An Sos12 Web