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¿Qué características tiene el mundo de la extrema derecha en Europa?

Es un mundo político amplio, complejo, atravesado por muchas corrientes, presente en casi todos los países de Europa, tanto dentro como fuera de la Unión Europea. Hay neonazis, neofascistas, nacionalistas revolucionarios, identitarios, conservadores agrarios, neoliberales radicalizados, antisemitas, islamófobos, negacionistas, cristianos conservadores, paganistas, tradicionalistas... Hay corrientes que actúan directamente en el mundo de la política y corrientes que despliegan su actividad en un ámbito más ambiguo, cultural (la lingüística, la arqueología, la recreación de mitos, la literatura esotérica...)

Conviene distinguir lo que se desarrolla dentro del ámbito europeo occidental y lo que se desarrolla dentro del ámbito europeo oriental, incluso entre los países que están dentro de la Unión Europea o que están pidiendo su entrada. La extrema derecha húngara, la rusa, la rumana, la serbia, tiene algunas particularidades, sobre todo el gran peso del nacionalismo ligado a problemas que, en algunos casos, se remontan al siglo XIX o los acuerdos y tratados con los que acabó la primera guerra mundial.

En el ámbito que abarcaría el denominado Espacio Económico Europeo, es decir, la Unión Europea más Suiza y Noruega, se suelen distinguir tres bloques o familias de organizaciones:

Uno, la más antigua, la extrema derecha tradicional, que continúa siendo minoritaria. Algunas de estas organizaciones siguen ligadas al fascismo, como Forza Nuova en Italia o los falangistas en España. Son organizaciones claramente opuestas a la democracia, como el NPD alemán, Jobbik en Hungría o Alba Dorada en Grecia. Es una corriente poco atractiva, pues el peso histórico y moral de lo que vehicula sigue siendo inaceptable para mucha gente. Son antisemitas y abiertamente anti gitanos, como el Jobbik de Hungría. En este bloque se podría añadir al BNP, British National Party. Es un partido de extrema derecha de larga trayectoria, con representación en el Parlamento Europeo. El sistema electoral británico, mayoritario a una sola vuelta, hace imposible su presencia institucional en Gran Bretaña. Los neonazis griegos de Alba Dorado o Amanecer Dorado han obtenido un buen resultado, algo más del 6% de los votos en las dos últimas elecciones celebradas en Grecia. Es un partido que nació en los años 80 del siglo pasado y que ha sido grupuscular hasta ahora. En 2009 obtuvo el 0,29% de los votos. En Grecia, el partido histórico de la extrema derecha ha sido el LAOS, que participó en el último gobierno de coalición, y obtuvo en las elecciones de 2009 el 5,63% de los votos, para bajar al 2,9% en las últimas. Parece más bien que se ha producido un trasvase de votos de LAOS a Alba Dorada. Es decir, que los votantes históricos de la extrema derecha, esta vez, mayoritariamente, han votado a Alba Dorada, que centró su campaña electoral contra la Unión Europea y el plan de austeridad impuesto, mientras que LAOS había participado en el Gobierno de Papademos que negoció los términos y las condiciones del rescate impuesto por la UE y el FMI.

Dos, la nueva extrema derecha, nacida en Escandinavia allá por los años 70 del siglo pasado. No tiene filiación ideológica con el fascismo. En su origen es un movimiento anti Estado, xenófobo y que denuncia la distancia, el corte existente entre las élites y el pueblo. Su eclosión electoral se produce a partir de los 80. A veces son escisiones de la derecha conservadora. Es una extrema derecha que tiene vocación de gobernar. En este bloque estarían los populistas noruegos, los daneses, los Verdaderos Finlandeses, el PVV de Geert Wilders en Holanda, la UDC de Suiza, la Liga Norte de Italia. Han erigido a los musulmanes como enemigos de nuestra civilización occidental. El atentado del 11 de septiembre de 2001 afianzó su islamofobia (1)

Tres, los híbridos, como el Frente Nacional de Francia, el FPÖ de Austria o el Vlaams Belang de Bélgica, de la parte flamenca. Mezclan su vocación de gobernar en el marco de la democracia con posiciones e ideas claramente antisistema. Su ascensión electoral data de los años 80 del siglo pasado y, en cierto modo, representan un modelo para otros partidos. Aportan la prueba de que una corriente política que parecía enterrada al fin de la segunda guerra mundial, dada su relación con el nazismo, con el fascismo o el colaboracionismo, puede resurgir. El Vlaams Belang es una continuidad del Vlaams Blok. Es un partido de extrema derecha, de carácter nacionalista independentista flamenco. Su dirigente más conocido, Filip Dewinter, en la actualidad preside, a su vez, la asociación “ciudades europeas contra el islam” (2).
Hace doce años, cuando el FPÖ, después de obtener unos muy buenos resultados electorales entró en el Gobierno austriaco, en coalición con los liberales, se montó un gran revuelo en el marco de la Unión Europea, que afeó esa conducta y criticó la entrada en el Gobierno de un partido pangermanista y que nunca había renunciado a su admiración por el nazismo. Posteriormente, otros partidos de extrema derecha han entrado a formar parte de los Gobiernos o han suscrito acuerdos de apoyo parlamentario y no ha pasado nada. Ha acabado integrándose como algo normal, que forma y va a formar parte del paisaje político europeo. Ocurrió en Italia con la Liga Norte, en Dinamarca con el Partido del Pueblo Danés dirigido por Pía Kijaerrsgaard, o en Holanda con el PVV de Geert Wilders. Antes de la ampliación de la Unión Europea de 2004 y 2007, organizaciones de extrema derecha habían participado en los gobiernos de Rumanía y Eslovaquia, y también en Polonia.
El FN ha llevado en los últimos años un trabajo de “desdiabolización”, suavizando su imagen pública, mostrando, con Marine Le Pen, una nueva cara y jugando con otras referencias políticas. Pero, a pesar de ese trabajo de limpieza de imagen, de asumir a su manera los grandes mitos sustentadores del Estado y la Nación: la República, la laicidad, la Resistencia, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, hemos visto que, durante la campaña electoral de las presidenciales y las legislativas de 2012, los enganches con el pasado han sido recreados una y otra vez. Así, a finales de enero la vimos asistir, junto con su padre, al baile anual de las asociaciones pangermanistas que se celebra en Viena; o el recitado de poemas del escritor fascista y colaboracionista Robert Brasillach, fusilado en 1945, después de la Liberación, siendo el general De Gaulle quien presidía el Gobierno, por parte de Jean Marie Le Pen en algunos mítines de Marine Le Pen durante la campaña electoral.

¿Cómo se han desarrollado esos partidos y organizaciones en el tiempo?

Se suelen distinguir cuatro períodos u oleadas

La primera, inmediatamente posterior al fin de la segunda guerra mundial, al fin de los regímenes nazi y fascistas. Se caracteriza por una continuidad ideológica con el nacional socialismo alemán y con el fascismo italiano. Las organizaciones más conocidas de ese período son el MSI italiano, que se fundó en 1946, el Socialistische Reichspartei Deutschlands (SRP) alemán y el Verband der Unabhängigen (VdU) de Austria.

La segunda ola va de los años 50 del siglo pasado hasta mediados de los años setenta. Los partidos que nacen en esa época tienen los contornos ideológicos más difusos. En Francia, el movimiento Pujadista a partir de 1954. En Alemania el Nationaldemokratische Partei Deutschlands (NPD), de carácter neonazi en este caso, en Holanda el Boerenpartij (Partido Campesino)

La tercera ola empieza a mediados de los años 70, y es también difusa y heterogénea. Convergen tres dimensiones diferentes:

· El rechazo del “todo Estado”, de una fiscalidad que se juzga como confiscatoria, en los países escandinavos

· La extensión de la xenofobia, sobre el fondo de los nuevos movimientos migratorios extraeuropeos

· El principio de la crisis económica mundial ligada al primer choque petrolero de 1973. Se empieza a acabar el ciclo de prosperidad que había durado casi treinta años en los países centrales de Europa. Ahí tendríamos al Fremskridtspartiet de Dinamarca, el Partido Anders Lange en Noruega, el Frente Nacional en Francia, que nace en 1972, el FPÖ austriaco, el Vlaams Blok en Flandes, que simboliza la continuidad histórica del nacionalismo flamenco de extrema derecha. Todos ellos desarrollan ideas y políticas anti inmigración, al tiempo que en el plano económico se manifiestan ultraliberales. El Frente Nacional, por ejemplo, manifiesta su apoyo y su admiración por la política económica impulsada por Reagan en Estados Unidos. El ultraliberalismo se combinaba con la preferencia nacional, con un marcador étnico discriminante.

La cuarta ola se podría datar a partir de 2001. En cierto modo es la época de los partidos de derecha radicalizados. Son escisiones derechistas de partidos conservadores y liberales tradicionales. Se proclaman partidarios del ultraliberalismo económico, al tiempo que proponen medidas para proteger a la población autóctona, mediante políticas de preferencia o prioridad nacional. Se oponen a la mundialización y a la construcción de una Unión Europea con rasgos federales, y se manifiestan favorables a una Europa de las naciones que mantienen altas cotas de soberanía.

Algunos son reaccionarios en materia de moral y de costumbres, aunque otros reconocen la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, o los derechos de las personas gays, por ejemplo. Ese reconocimiento sirve a su vez de crítica a la inmigración que profesa la religión musulmana, a la que se le dice que no respeta derechos básicos de las personas de las sociedades en las que se les recibe. En el contexto del 11 de septiembre de 2001, su xenofobia y su sentimiento anti inmigración se dirige fundamentalmente contra las personas de religión musulmana, desarrollando una verdadera islamofobia. Se podrían incluir en esta categoría la Lista Dedecker en Bélgica, la Lista Pim Fortuym, y posteriormente (Pim Fortuym fue asesinado por una persona de origen magrebí de nacionalidad holandesa) el Partido de la Libertad de Geert Wilders en Holanda, el Mouvement pour la France (MPF) de Philippe de Villiers en Francia, el Mouvement Citoyens Genevois en Suiza.

Desde hace ya unos cuantos años, en algunos países de Europa se está desarrollando, no sin contradicciones, una amplia “zona gris” entre la derecha clásica, conservadora y liberal, y la extrema derecha. Las elecciones presidenciales y las legislativas de 2012 en Francia, con los movimientos de acercamiento al electorado del FN hechos por miembros muy relevantes de la UMP, encabezados por el propio Sarkozy, permiten precisar mejor los contornos de ese fenómeno. Parece claro que no es solo un movimiento táctico, que nace y muere con las elecciones. Hay muchos indicios que apuntan a que es algo más profundo. Todo apunta a que el sarkozysmo ha desplazado el centro de gravedad de la derecha, que se situaba en el centro derecha con el gaulismo social de la RPR y el cristianismo social de la UDF, hacia una derecha radical. Es un fenómeno político al que conviene prestarle atención y ver cómo se desarrolla.

¿Estamos en el comienzo de una quinta oleada, con la construcción de grandes partidos de derecha, muy derechizados, que engloban en su seno al grueso de la derecha extrema? En Francia se habla ya de la UMPFN, de un partido “patriota”, a pesar de que subsisten muchas contradicciones, algunas de ellas de mucha envergadura. ¿Estamos en una situación en la que, sobre algunos temas: inmigración, preferencia nacional, islamofobia, civilización europea, reivindicación de la gente que trabaja frente a la que es asistida por el Estado, fronteras externas e internas de la Unión Europea, restricciones al derecho de desplazamiento en el interior de la Unión... la derecha clásica y la extrema derecha van a hacer piña, van a encontrar un terreno de colaboración político, ideológico e institucional?

España, Portugal e Irlanda son tres países de la Unión Europea en los que, por ahora, no se han construido partidos de extrema derecha que hayan alcanzado una presencia electoral e institucional de cierta relevancia. En España habría que hacer la salvedad de Cataluña, donde Plataforma per Catalunya tiene una presencia institucional municipal y suma un número de votos (70.000 en las últimas autonómicas) muy a tener en cuenta.

Se suele considerar que, tal y como se hicieron las transiciones de la dictadura franquista y del salazarismo a la democracia, dejaban poco sitio para que se desarrollase una extrema derecha inevitablemente muy ligada al pasado dictatorial. En esos dos países ese espacio de la extrema derecha está copado o cubierto por el Partido Popular español y por su homólogo portugués. En el caso de Irlanda, los grandes temas sobre los que han funcionado las extremas derechas en otros países de Europa, el nacionalismo, el conservadurismo social, el integrismo religioso católico, han estado históricamente ocupados por los grandes partidos, incluidas las organizaciones que practicaban la lucha armada.

EL PP, tomado en su conjunto, no es un partido de extrema derecha, ni mucho menos. Pero es evidente que, periódicamente, hace incursiones en ese territorio. A veces lo hacen dirigentes concretos, pero el partido o la dirección máxima nunca los desmiente. En Cataluña lo vienen haciendo desde hace tiempo. En el caso de Euskadi, en el último período, aparecen tres temas recurrentes: la idea de preferencia nacional para justificar los recortes en materia de derechos sanitarios de la parte de la inmigración que se encuentra empadronada pero sin autorización de residencia en vigor; la idea de que estamos en un país de civilización europea y cristiana y que eso hay que hacerlo valer ante algunos inmigrantes, en definitiva ante quienes profesan la religión musulmana; la idea de que una parte de la inmigración vive del sistema asistencial y abusa de la solidaridad de los vascos, lo que en algunos países de Europa empieza a denominarse por algo que se podría traducir como “asistanato”.

Mi impresión es que los temas de convergencia que más arriba he citado, de “zona gris” entre la derecha clásica francesa agrupada en la UMP y el FN, son o pueden ser temas que aquí sean recogidos por el PP y también por CiU aunque de forma algo más matizada, y que, a la vista de lo que ocurre en otros países de Europa, pueden tener recorrido.

¿Qué hay de común entre esos diferentes partidos y organizaciones?

En un plano muy general, Jean-Ives Camus (3), plantea, aunque con reservas, tres ideas fuerza:
- La idea de una naturaleza humana inmutable
- La idea de una historia cíclica.
- La valorización del honor, que la izquierda recusa en nombre de la justicia

Alain de Benoist, una de las personas más importantes del mundo de la extrema derecha francesa, impulsor del GRECE (4), añade una serie de temas:

- La idea de que la persona siempre está modelada por los valores que le anteceden y que hereda.
- La idea de que las instituciones son necesarias para modelar a las personas
- Una aspiración al orden social.
- Rechazo de la ideología del progreso
- La tendencia a colocarse del lado de la libertad en lugar de la igualdad, cuando entran en conflicto.
- La idea de que la sociedad es más que una adición de los individuos que la componen
- Una tendencia a privilegiar lo concreto en lugar de lo abstracto, lo orgánico en lugar del intelecto, lo particular en lugar de lo general, la potencia en lugar del conocimiento
- Un gusto por los valores guerreros, asociados a la idea de que la vida es un combate.

De todas formas, después de lo anterior dice que, “Encontrar valores comunes a todas las verdaderas derechas me parece una tarea muy difícil. Identificar entre ellos los que nunca encuentras en la izquierda, me parece prácticamente imposible. Sería materia para un libro”.

Por su parte, Christian Bouchet, otro conocido dirigente de la extrema derecha francesa, plantea que “el fondo común de las derechas extremas está constituido por el diferencialismo y la inquietud por mantener vivas las diferencias, rechazando la uniformización”. Define a las derechas extremas como “derechas antisistema. Antes se las decía tradicionalistas-revolucionarias, y revolucionarias-conservadoras, que irían en el mismo sentido”

Resumiendo el intento, Jean-Ives Camus dice: “De todas las nociones que hemos designado como que forman parte del núcleo duro, ideológico, común a todas o casi todas las formaciones de extrema derecha, además del nacionalismo y el populismo, que son compartidos por partidos pertenecientes a familias no derechistas, una nos parece que está en el corazón del sujeto: la institucionalización por ley, de prácticas discriminatorias contra grupos étnicos, raciales o religiosos, en razón de su diferencia. En estos tiempos, la actualidad europea da buenas razones para pensar que la extrema derecha conserva, sin duda bajo nuevos oropeles, un porvenir” (5)

Concretando algo más, resaltaríamos:

El nacionalismo, y en un plano más general el etnocentrismo, que divide el mundo en dos categorías: un “Nosotros” positivo y un “Los Otros” negativo, desvalorizado y que, en cualquier caso, no tiene que tener los mismos derechos cívicos, pues por su propia naturaleza son incapaces de integrarse plenamente a la Nación.

El etnodiferencialismo, la idea de que cada cultura tiene un valor intrínseco y su derecho a expresarse y expandirse, a condición, y esto es clave, de que lo haga en el territorio que le es propio, sin mezclarse con otros. Se pasa de una teoría de superioridad e inferioridad de las razas, a una diferenciación de las etnias y los valores, a considerar que las culturas son cerradas y a rechazar el contacto y la relación desarrollada en el interior de un mismo espacio político y social.

La oposición a la élites. Es lo típico del populismo, que divide en dos a la nación, entre el buen pueblo y las élites. Abundando sobre el populismo, Todorov dice que: “desde un punto de vista formal, podemos denominar su rasgo principal con el término demagogia, una práctica que en este caso consiste en identificar la preocupaciones de mucha gente y, para aliviarla, proponer soluciones fáciles de entender, pero imposibles de aplicar” (6)

Los populismos de extrema derecha rechazan varias de las dimensiones centrales de las sociedades democráticas modernas:

- Los mecanismos complejos de representación, en particular la democracia representativa, a la que oponen la relación directa entre el pueblo y un jefe y la democracia directa.
- El principio de la discusión y de la búsqueda de acuerdos y, más en general, el zócalo común que representan los principios que provienen de la Ilustración y los Derechos Humanos.
- Hay una tendencia a la simplificación de los problemas económicos y sociales, a buscar explicaciones simples, monocausales, a veces ligadas a teorías complotistas. Esa tendencia es visible en la manera en que abordan fenómenos como el de la inmigración o la construcción de la Unión Europea.

La denuncia de la mundialización, descrita como una maquinaria que destroza a las naciones. Sitúan en ese terreno la construcción de la Unión Europea, la desaparición del control de las fronteras internas en el marco de la Unión, el euro como moneda única, la inmigración como algo favorecido por las élites financieras para rebajar los salarios y construir una clase obrera más dócil. Estos temas, menos el de la inmigración, los encontramos también en algunas corrientes de izquierda radical, aunque hay una diferencia a tener en cuenta. Para la extrema derecha todo eso forma parte de un “proyecto” mundialista concertado. Para la extrema izquierda, es una consecuencia mecánica de la lógica del capital (7)

Una creciente islamofobia. Se rechaza el islam en bloque, en general. No el islamismo o los diferentes integrismos islámicos, sino todo en bloque, en su conjunto. Las personas que profesan la religión musulmana están determinadas, en sentido fuerte, por cuestiones antidemocráticas intrínsecas a esa religión. Se considera que hay un plan islamista para conquistar Europa por la fuerza. Dentro de ese plan, la inmigración que profesa la religión musulmana es vista como una avanzadilla, una quinta columna, un enemigo interno.

Lo anterior no ha hecho desaparecer otras fobias. La judeofobia, el viejo antisemitismo, con sus corolarios de negacionismo, complot mundial y esas cosas, sigue estando muy pero que muy presente, aunque en algunas corrientes está más dejado de lado. El antisemitismo sigue saliendo por todos los poros de las organizaciones más antiguas de la extrema derecha, y en algunas corrientes. En las más modernas, las de la cuarta ola, está más difuso, y en algunas no aparece.

¿Y por qué se ha desarrollado esta corriente política en Europa, aunque sea algo plural y diverso?

Ciertamente, al final de la segunda guerra mundial era una corriente derrotada y ampliamente rechazada, debido a su relación con el nazismo, el fascismo y el colaboracionismo con esos regímenes.

En países como Italia, Alemania o Austria, los intentos de recomposición son muy tempranos. Ya hemos dicho más arriba que, por ejemplo, el MSI, el Movimiento Social Italiano, nació en 1946.

Por otro lado, no hay que olvidar que en bastantes países de Europa, en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, el fascismo y el nazismo tuvieron una real presencia de masas. Muchos europeos lucharon en la Waffen SS, y funcionaron como auténticas brigadas internacionales de la derecha europea. En 1944 la Waffen SS estaba compuesta por 900.000 soldados, repartidos en 38 divisiones: walona, francesa, húngara, musulmana, báltica, ukraniana, escandinava... Más de la mitad de la Waffen SS estaba compuesta por no alemanes, que juraron fidelidad a Hitler hasta su muerte.

A mediados de los años 60 del siglo pasado aparece una nueva generación de militantes que empiezan a reconstruir esa corriente. Es lo que se denomina la Nueva Derecha. Esa Nueva Derecha desarrolla un importante trabajo en el ámbito de las ideas, en el plano cultural. Una de sus fuentes de inspiración más importantes es la Revolución Conservadora alemana (8)

La extrema derecha, como cualquier otra corrientes político ideológica, y por más repulsión que a veces cause a algunos su sola evocación, intenta responder a los diferentes problemas políticos y sociales que se presentan. Es un agente político y social activo, que en muchos países de Europa ha conseguido llevar al ámbito político público una serie de temáticas que le han permitido hacerse un hueco estable en la opinión pública. No aparece una ideología estructurante (9). Más allá de algunas de sus corrientes y de algunos grupos más bien pequeños, sus banderas no son la vuelta al fascismo y al nazismo en su aspecto de regímenes políticos encarnados en el Estado. Sí suele haber la recogida de ideas y propuestas antiguas, adecuadas al nuevo contexto de sociedades democráticas estables. Algunas de ellas hoy tienen incluso muy buena prensa, y se utilizan despojadas de su origen histórico concreto (10)

Podríamos decir que esa extrema derecha y, más en general, la derecha en su conjunto, ha hecho su trabajo. Y que a la izquierda le quedan bastantes cosas por hacer. Demasiadas veces se ha recreado en el simple rechazo, a partir de la identificación, muchas veces somera, de la extrema derecha actual con el fascismo. Y además eso le hacía sentirse bien, pues parecía que con ello emulaba a los que antaño se habían peleado contra el fascismo. No se trata de no señalar lo que hay de relación con el pasado, de no criticar duramente el negacionismo y otras cuestiones. Se trata de ver lo que se plantea en su conjunto, en sus manifestaciones diversas, en lo que tienen en común y en lo que divergen, la manera como afrontan los problemas actuales de las sociedades democráticas europeas, pues no lo hacen de la misma manera que en los años veinte y treinta del siglo pasado, por más que se inspiren en bastantes cosas de esa época.

El historiador francés Nicolás Lebourg, refiriéndose al Frente Nacional dice que: “...el FN no busca producir un hombre nuevo en un Estado totalitario en el que la guerra imperialista sería el motor de las transformaciones sociales interiores. Llevar al FN al fascismo es un absurdo histórico que no sirve más que para darse la ilusión de una grandeza moral y ofrecerse un escalofrío mitómano de asimilación a la Resistencia”.

En un sentido muy parecido se expresa Todorov, para quien “El populismo actual no supone el resurgimiento del fascismo, y todavía menos del nazismo. Su sentido histórico es otro. Su actual ascenso muestra que por fin se ha pasado una importante página de la historia del siglo XX. El ciclo que inició la Primera Guerra Mundial y que cerró la caída del Muro de Berlín, que vivió el florecimiento y después el hundimiento de la utopía comunista, la toma del poder por parte de regímenes fascistas y nazis, y su posterior desaparición, ese ciclo que colocó en la palestra los totalitarismos y las democracias ha concluido en la actualidad”.

Para Jean-Yves Camus, “la derecha europea, con todos sus componentes, ha aplicado con éxito el modelo gramschiano de conquista de la hegemonía cultural como condición para la toma del poder político. La izquierda, por contra, ha continuado considerando a la derecha como una simple transposición en el terreno político de intereses económicos. Lo que, desde mi punto de vista es un error. Tomemos el tiempo necesario para leer a los autores de derecha. ¿Quién conoce, por ejemplo, en la izquierda, a Gianfranco Miglio, que ha formado el pensamiento de la Liga Norte?, ¿quién lee seriamente Zur Zeit, el semanario austriaco de Andreas Molzer? Es indispensable un trabajo de elaboración teórica, que pasa por la reactivación de las relaciones entre los intelectuales e investigadores y los partidos, que muchas veces no funcionan más que como aparatos”

¿Por qué obtiene buenos resultados electorales en bastantes países de Europa, y por qué atrae un voto popular, obrero, por encima incluso de los partidos y corrientes de izquierda?

En primer lugar habría que señalar que no siempre obtienen buenos resultados, o que, en algunos casos por lo menos, se producen grandes diferencias de unas elecciones a otras. Pero también es verdad que, en otros casos, obtienen de forma estable, aunque haya variaciones, resultados muy significativos, y que lo vienen haciendo en períodos largos de tiempo. Es el caso de los partidos escandinavos, del FPÖ austriaco, de la UDC suiza, de las diversas organizaciones y listas holandesas, de la Liga Norte de Italia, del Vlaams Belang en Bélgica o del Frente Nacional en Francia.

Algunos resultados (11):

Holanda, Lista Pym Fortuin: 17% en 2002; 6% en 2006
Holanda, PVV de Geert Wilders: 15% en 2010
Austria, FPÖ: 27% en 1999, 10% en 2002, 11% en 2006, 17,5% en 2008
Dinamarca, Partido Popular danés: 12% en 2001, 13% en 2005, 14% en 2007, 12% en 2011
Noruega, Partido del Progreso, 15% en 2001, 22% en 2005, 23% en 2009
Suecia, Demócratas de Suecia: 3% en 2010, 6% en 2010
Finlandia, Auténticos Finlandeses: 2% en 2003, 4% en 2007, 19% en 2001
Francia, Frente Nacional: 17% en 2002, 10% en 2007, 18% en 2012
Gran Bretaña, BNP: 0,7% en 2005, 2% en 2010
Suiza, UDC: 23% en 1999, 27% en 2003, 29% en 2007, 27% en 2011

Mantener durante períodos de veinte años porcentajes entre el diez o el veinte por ciento muestra que son entidades, agentes activos que influencian una parte de la política del país, y en algunos casos la influencian mucho.

Para algunos analistas, es difícil que la extrema derecha vaya más allá de recoger un voto de protesta, de ser partidos lobby. Es verdad que recogen un voto de protesta y que son partidos lobby, pero también pueden ir más lejos. Pueden formar parte de gobiernos, o ser el soporte sin el cual esos gobiernos caerían. Por otro lado, en los aspectos centrales de su actividad, por ejemplo con respecto a la inmigración, la preferencia nacional, la fobia al islam, el sentimiento de inseguridad, pueden crear y crean muchos problemas. Como señala Nicolás Lebourg, “El FN es un partido que no tiene diputados y no tiene muchos militantes, pero que pesa con constancia sobre las decisiones de los gobernantes”. Y también habría que tener en cuenta lo que más arriba hemos dicho sobre la extensión de la “zona gris” y las recomposiciones que se puede producir en los próximos años.

Con todas las corrientes, diferencias y matices que tenemos que tener en cuenta a la hora de analizar a la extrema derecha europea, creo que tenemos que concluir que:

- No estamos ante un fenómeno pasajero, de corto plazo, de recorrido corto.
- Que responde a problemas sociales y políticos, a miedos y aspiraciones de envergadura de una parte de la población.
- Que, por lo tanto, es algo duradero, que hay que combatir en el largo plazo.

Como dice el historiador Nicolás Lebourg, refiriéndose a la manera en la que muchas veces la izquierda ha combatido al Frente Nacional:

“Después de 30 años de fracasos basados en la condena moral, que solo tiene un valor narcisista, aceptemos el desafío de la política”
En los últimos treinta o cuarenta años se han venido produciendo procesos de gran envergadura, que afectan a las percepciones que la gente tiene sobre la vida y su futuro:

- Ascenso del individualismo
- Aceleración de la globalización y de la mundialización
- Crisis de los instrumentos que estructuraban la sociedad: el Estado, la nación, los partidos políticos, los sindicatos, las iglesias, las grandes ideologías que durante una parte grande del siglo XX funcionaron como auténticas religiones políticas. Grandes decisiones políticas y sociales se adoptan en instancias que se ven lejanas y difícilmente controlables.
- Ortodoxias políticas y religiosas que se han ido al carajo, y que dejan a los individuos un tanto huérfanos, que se tienen que buscar la vida y hacer auténticos bricolages identitarios.
- Desarrollo de una sensación de soledad, de aislamiento, de estar a merced de fuerzas que no se controlan (los mercados, las reformas laborales que se imponen aquí y allí), y que hacen aumentar el miedo y la sensación de inseguridad.
- Gran fragmentación de lo social y de participación en lo colectivo, que se hace cada vez más través de instrumentos más dispersos que antaño.
- Aumento del paro, cierre de empresas, precarización generalizada de las relaciones laborales y de la precariedad social, aumento del número de familias en las que nadie trabaja o tiene un ingreso regular, aumento de las familias que para subsistir dependen de los ingresos de la generación que ya está jubilada, traslados de industrias a otras zonas de salarios más bajos y más desregulación, lo que facilita el desarrollo de los discursos de concurrencia entre nacionales y extranjeros. Este proceso no se resolverá a corto plazo, pues está inscrito en todo el proceso de deconstrucción y reconstrucción de las sociedades europeas.

Ante esta situación, una parte de la sociedad pide que volvamos a una sociedad controlada y segura, con una clara jerarquía de valores y referencias sociales bien establecidas. Piden que se ponga orden en este lío, y que se haga de forma contundente y autoritaria. Hay una parte de la sociedad que expresa una demanda social y política autoritaria.

A esa demanda de una parte de la sociedad, el neopopulismo, la extrema derecha, con una gran dosis de demagogia, responde con una oferta política y de reestructuración de la sociedad:

- Rechazo de la diversidad existente, de la sociedad multicultural o pluricultural existente, que, en la práctica, se concreta en el rechazo a la presencia de inmigrantes en general o a partes concretas de ellos, muy expresamente la parte que profesa la religión musulmana. El aumento de la fobia hacia el islam, muchas veces tiene que ver con la construcción de un enemigo interno que permite reunificar un espacio nacional
- Una concepción étnica, orgánica, de la nación. Se rechaza lo que pueda significar contrato individual, ciudadanía por residencia, incorporación a la nación por residencia. Rechazo de la doble nacionalidad y del derecho de voto a todos los niveles de las personas extranjeras. Se expresa una visión cerrada de la pertenencia nacional.
- Rechazo de toda forma de supranacionalidad, de organismos que estén por encima de la nación: la Unión Europea, el euro, las directivas emanadas por los órganos comunitarios. En el mismo plano rechazo de la globalización o mundialización.
- Preferencia por la democracia directa frente a la democracia representativa propia de las democracias liberales.
- Chovinismo económico y social. Política de preferencia o prioridad nacional. Introducción de un discriminante étnico: primero los de casa, los del país, los autóctonos de pura cepa. En los países más prósperos de Europa, los que están siendo menos afectados por la crisis actual, este discriminante impone una barrera para acceder a parte de la riqueza nacional que se genera. En los países más afectados por la crisis, o que están en recesión, el discriminante sirve para reservar para los nacionales lo que haya para distribuir, como las prestaciones sociales o la asistencia sanitaria. Mercado libre sí, pero con un sistema de protección de los nacionales, la preferencia nacional.
- Una visión negativa, multiproblematizadora de la inmigración. Se la ve como concurrencia en el trabajo, en la vivienda, en las prestaciones sociales. A su vez, se la ve como factor de disolución de la cohesión nacional, que aporta una pluralidad no integrable socialmente y, por lo tanto, ilegítima. El problema se agrava cuando a su supuesta no integrabilidad se le añade que son perceptores de prestaciones sociales. Con lo que se concluye que, encima que no hacen nada por integrarse, que nos imponen la presencia de costumbres bárbaras, viven sin trabajar y de lo que aporta la sociedad en su conjunto. Abusan de la solidaridad de los autóctonos y se instalan en la asistencia.

Volviendo al ejemplo de Francia, Nicolás Lebourg plantea que: “A fin de ir más allá de su simple papel de marcador político que se asegura una función de lobbyng sobre el segmento de la preferencia nacional, el FN busca sobrepasar el estatus de partido de demanda, utilizando como modelo la mutación neo-populista europea. La oferta ideológica que se pone en circulación aparece como más coherente en la medida en que se apoya sobre argumentos liberales: defensa de los derechos de las personas, de segmentos sociales (mujeres, gays, judíos, considerados como que deben ser defendidos ante la tentativa de la islamización), inscribiéndose así no en lo políticamente incorrecto reivindicado, sino netamente en el discurso global, al cual la alterofobia ofrece una versión radicalizada”.

La media docena de puntos señalados más arriba son también, en parte, asumidos con mayor o menos entusiasmo por parte o fracciones de los partidos de derecha tradicionales, por los partidos que conforman o han conformado una buena parte de los Gobiernos de los países de la Unión Europea. Hoy, los puntos clave de separación entre esas fracciones de la derecha tradicional y la extrema derecha, son todo lo relacionado con la política europea y la globalización y la manera de entender el funcionamiento de la democracia. Son muy importantes. Pero también son muy importantes los otros puntos, que afectan mucho a la vida cotidiana de las personas.

¿Y de cara al futuro?

Lo primero, intentar entender qué es lo que realmente tenemos delante, que hay que ir más allá de remitirnos al fascismo o al nazismo y de indignarnos en el plano moral. Eso está bien, pero es netamente insuficiente. Como dice Nicolás Lebourg, la izquierda, frente a la extrema derecha, tiene que asumir el desafío de la política.

Analizar bien cuáles son los temas sobre los que una parte de la población va construyendo una demanda autoritaria. Y analizar bien cuáles son las características de la oferta que se le hace. En nuestro contexto más cercano, las propuestas que se van haciendo desde esa zona gris en la que se ha instalado una parte o algunos dirigentes del Partido Popular. Fuera de los partidos, es necesario prestar atención a lo que se vehicula desde algunos movimientos vecinales. Y a la vista de la experiencia europea, habrá que estar atentos a los diferentes integrismos religiosos que inciden en la inmigración, y que también tienen que ver con el feminismo y lo que algunos denominan problemas “societales” (costumbres, interrupción del embarazo, formas de matrimonio...) por diferenciarlos de los problemas sociales más ligados al ámbito de la economía (el paro, la exclusión social, el trabajo, etc.)

Para Stéphane François, que sigue en esto una orientación muy parecida a la de Pierre-André Taguieff, es necesario que la izquierda tome en consideración a esa parte de las capas populares que son auténticos perdedores del proceso de globalización, y que se acaban enrocando y replegando en su territorio y rechazando lo extranjero. Plantea que, a veces, la izquierda idealiza al pueblo y, cuando éste le falla, votando a la extrema derecha, lo desprecia. Dice que, “Por otro lado, en nuestro contexto de mundialización y de desmundialización, la solidaridad popular, ‘comunitaria’ debe ser vista como una acción positiva. En efecto, la comunidad podría convertirse en una de las formas posibles de sobrepasar una modernidad agonizante. El comunitarismo permitiría también la disolución de las relaciones sociales, característica, según los teóricos comunitaristas anglosajones, de nuestra época individualista... Esa noción de ‘comunidad’ lleva también a prácticas sociales desaparecidas: la reciprocidad, la ayuda mutua, la solidaridad, los valores compartidos, etc. Desde ese punto de vista, el mythe comunitario instituye, crea lo social. Lleva en sí una fuerte contestación de la realidad, profundamente neoliberal y destructiva” (Stephane François, Le Peuple et la France Moisie)

No es de la misma opinión el sociólogo Laurent Mucchielli, especialista en temas de seguridad y delincuencia. Así, en un artículo publicado en el periódico Liberación entre la primera y segunda vuelta de las presidenciales francesas, decía: “En fin, no hay ninguna razón para victimizar a los electores del FN para mejor justificar el cortejarles y pasarles la mano por el lomo. Ese discurso dominante en el espacio político-mediático de los últimos días es insoportable. Los electores del FN no tienen el monopolio del sufrimiento. No es cierto que Marine Le Pen haya obtenido un mejor resultado entre los parados, sino entre los obreros y los artesanos y comerciantes. Y cuando ella saca un 30% entre los obreros, el 70% no le vota. La crisis no justifica que alguien se convierta en racista, como tampoco el hecho de haber sido víctima de un hecho delictivo. Es necesario, por contra, combatir resueltamente este tipo de amalgamas y de pseudo explicaciones. Combatir sin respiro y con la más grande determinación la estrategia de construir chivos expiatorios, que es la de la extrema derecha desde finales del siglo XIX. Antes fue la culpa de los metecos italianos o polacos, hoy es la culpa de los árabes y de los negros. El fondo del discurso nunca ha cambiado” (Laurent Mucchielli, Il faut cesser de victimiser le FN et ses electeurs)

En una onda de clara defensa de los principios republicanos, para Nicolás Leourg, “El discurso neo-populista se apoya sobre el doble deseo de libertad y seguridad, pretendiendo solucionar una situación anómica por medio del identitarismo etno-cultural, segmento de la población contra segmento. En sentido contrario, no se trata de preconizar una relación organicista con relación al Otro, de reincorporar al individuo en el seno de solidaridades autoritarias o totalitarias. Para mantener todos juntos un ideal de sociedad abierta y de sociedad política republicana, es necesario reinventar al Otro en tanto que persona, la Historia en tanto que relato común y no como fragmentos concurrentes, de imaginar la sustitución de la guerra de todos contra todos, que es el verdadero estado social actual, por una forma colaborativa donde la secularización de la política deje de ser la reificación de la persona. Se trata de escoger la libertad, es decir la persona contra el “laisser aller, laisse-faire” de los mercados; la igualdad, es decir la ley y la persona más que el contrato y las comunidades; la fraternidad, es decir la ética de la responsabilidad contra la arrogancia del materialismo individualista” (Nicolás Lebourg, La société désintitutionnalisée et la demande sociale autoritaire)

Para Sylvain Crépon, “Aunque no tengamos ninguna duda sobre el hecho de que el FN es efectivamente un partido de extrema derecha, en la que su ideología se aplica para horadar los fundamentos democráticos, su adaptación a las problemáticas económicas y políticas actuales contribuye, sin ninguna duda, a legitimar una parte de su discurso ante un electorado precarizado que no se reconoce ya en las ofertas políticas tradicionales, y es susceptible de sentirse abandonado por las instancias tanto políticas como institucionales, no viendo que se le ayude a situarse ante los nuevos problemas derivados de la mundialización. Ese electorado está tentado de revolverse hacia las identidades comunitaristas más gregarias... Es de la capacidad de movilizar ese electorado desheredado, principal perdedor de las nuevas formas del utilitarismo mercantilista, que dependerán los éxitos o los fracasos de los movimientos progresistas ligados a los valores democráticos, ante la doble amenaza de la globalización desenfrenada y el irredentismo identitario” (Sylvain Crépon, Le tournant anti-capitalista du Front National. Retour sur un renouveau ideologique des années 1990)

Para la Fundación Terra Nova, ligada al Partido Socialista francés, y que acaba de publicar un estudio sobre el eje UMPFN, las vías progresistas para hacer retroceder el populismo pasan por poner las cuestiones económicas y sociales en primer plano.

“La cuestión social: tiene que responder -está en su ADN- a las necesidades de protección social. Y defender las conquistas de la protección social contra el trabajo de zapa anti-asistencial. La semántica muestra la victoria ideológica de la derecha radical en el espacio público: la expresión “solidaridad” ha desaparecido para dejar su plaza al “asistanato”. Para sobrepasar la contradicción entre “asistidos” y la “Francia que se levanta temprano”, entre clases populares desclasadas (parados y precarios) y clases populares que tienen miedo al desclasamiento (obreros y empleados con empleo estable), hay que volver a dar sentido a un destino común al conjunto de las clases populares... La izquierda también tiene que asumir, plenamente, la seguridad de los bienes y de las personas. La seguridad no es un valor de derechas, es un valor republicano: todo ciudadano tiene derecho a la seguridad. Si hubiese que posicionarla políticamente, se trataría de un valor de izquierda; son las clases medias y populares del país las que más sufren la inseguridad. La seguridad es, también, una cuestión social... La izquierda debe, sobre todo, dar una respuesta a la crisis económica. Es la crisis la que alimenta el populismo. La salida de la crisis lo desecará. Los obreros y empleados que votaban a la izquierda y han basculado hacia el FN, lo han hecho, sobre todo, por decepción económica. La izquierda no ha sabido responder a sus esperanzas en términos de poder adquisitivo, de perspectivas de ascenso profesional, de porvenir para sus hijos. La crisis no es una fatalidad. No hay una fatalidad occidental en la mundialización ante el éxito de China y de los países emergentes... Los países nórdicos están obteniendo tasas de crecimiento dignas de los Treinta Gloriosos. Reindustrialización e inversión de capital en la economía real, inversión en educación y en la formación profesional, inversión en la investigación y la innovación: tales son las soluciones para reencontrar la prosperidad, y hacer retroceder el lepenismo... Salir de la crisis económica; garantizar la continuidad de la seguridad social, incluyendo la seguridad de los bienes y las personas; promover la República ejemplar. El caso de Francia puede servir de ejemplo. Se reivindica la igualdad al mismo tiempo que la estanqueidad entre las culturas, única manera que los pueblos tienen de preservar su identidad: tales son las vías progresistas para repeler a la nueva derecha UMPFN. Y evitar la gangrena de la República por los valores del odio” (Fundación Terra Nova, L´axe UMPFN: vers le parti patriote?)

Notas

1 El término islamofobia es hoy corrientemente utilizado, aunque, en su origen, fue un término utilizado por los ayatolas iraníes para criticar a Salman Rusdie cuando publicó Los versos satánicos. Dado este origen, que lleva a confusión sobre su objetivo, hay autores que no lo utilizan, aunque, ya digo, es el que comúnmente se utiliza.

2 Algún intelectual de la izquierda abertzale, Txillardegi en concreto, ha solido mostrar, en diversos escritos su cercanía y su apoyo a ese partido y a su dirigente más conocido. El independentismo del Vlaams Belang no debería oscurecer o eliminar otras dimensiones que tiene ese partido.

3 Jean-Yves Camus es uno de los especialistas franceses más reconocidos sobre todo este mundo de la extrema derecha en Europa, investigador asociado al Institut de Relations Internationales et Stratégiques (IRIS)

4 El GRECE (Groupement de Recherche et d´Etude pour la Civilisation Européenne) se fundó en 1968, impulsado por Alain de Benoist.

5 Jean-Yves Camus, L´Extréme droite: une famille ideologique complexe et diversifiée.

6 Tzvetan Todorov, Enemigos íntimos de la democracia.

7 La izquierda y la extrema izquierda también tienen “zonas grises” con la extrema derecha

8 La Revolución Conservadora es un complejo movimiento de ideas que se desarrolló en Alemania a partir de 1918, en oposición a la República de Weimar, y que se caracterizó por su rechazo del parlamentarismo y de la democracia. Su visión del mundo se reclamaba del idealismo, del espiritualismo y del vitalismo. Proponía la reconstrucción de una sociedad sobre la base de comunidades naturales, estructuradas y jerarquizadas, dirigidas por una nueva aristocracia basada en el mérito y en la acción. Desplegaron una actividad intelectual en campos y sobre temas muy diversos: la técnica, el Estado, las ciudades, la identidad, la guerra, la crisis religiosa, el marxismo, el liberalismo, la justicia social, la cuestión nacional, Europa, etc. Sus raíces están en el Romanticismo, en reacción contra la modernización desarrollada por la Ilustración y la revolución industrial. Rechazaban el racionalismo, la industrialización, el desarrollo urbano, el liberalismo. La Revolución Conservadora dominó el ambiente cultural de la derecha alemana entre 1918 y 1933. No fue una cosa centralizada, al contrario. Había numerosos grupos que se reclamaban de esa idea. Armin Mohler calculaba que habría unos 430 grupos. La Revolución Conservadora comparte con el nazismo una herencia intelectual común importante. Pero en otros aspectos se diferencia. Algunas de sus personalidades acabaron colaborando con los nazis, y otras se opusieron, o se exiliaron. El nacional-bolchevique Ernst Niekish fue deportado, después de criticar al nacional-socialismo. Se podría decir que la Revolución Conservadora contribuyó a la preparación de la sociedad alemana, por su anti democratismo y su pre fascismo, al advenimiento del nazismo.

9 Para Jean-Yves Camus, “el imaginario de la extrema derecha está hecho sobre todo de “visiones del mundo”, de imágenes fugaces que vienen en forma de gavillas, y que dibujan un universo intelectual en el que la actitud y el estilo son más importantes, en definitiva, que la coherencia”. “Es así que el intelectual de derechas pertenece a menudo a la categoría de pensador sin especialidad universitaria, o a la de escritor activista (Von Salomon, d´Annunzio, Jünger), y se define más por su actitud que por su capacidad para construir una visión ideológica del universo y de la vida

10 Hace poco, este mismo mes de junio, me topé con un titular a toda página en Berria: 100 banderen Europa, La Europa de las 100 banderas, donde se contaban cosas sobre la diversidad nacional existente en Europa. Ahora bien, esa consigna, ese eslogan, en su origen es fascista. El fascismo también tenía un componente europeísta. Fue inventado por el colaboracionista bretón Yann Fouéré, que proponía una Europa federada de regiones monoétnicas, a la que denominó la Europa de las cien banderas. Guillaume Faye, uno de los ideólogos más conocidos de la corriente identitaria francesa, afirmaba que “la malla de regiones del continente europeo constituye uno de sus rasgos fundamentales. La región, entidad de talla humana, heredera de una larga historia, permite una identidad, una proximidad, una comunidad que es un contrapeso del cosmopolitismo anónimo y de los centralismos burocráticos. La regiones representan los ladrillos constitutivos de Europa, sus elementos fundamentales”. Parece evidente que las “zonas grises”, de contacto con las ideas de la extrema derecha, van más allá de la relación con la derecha clásica liberal y conservadora. El soberanismo, el independentismo, la Europa de los pueblos, o de las patrias carnales, por utilizar una expresión común en algunas corrientes de la extrema derecha, es también un territorio donde actúa esta corriente política.

11 He recogido estos datos del artículo de Carmen Gonzalez Enríquez, investigadora principal de Demografía, Población y Migraciones Internacionales del Real Instituto Elcano, El ascenso de la derecha populista radical en Europa: alarmas y alarmismos

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